AGENCIAS
Los papas Juan Pablo II (1920-2005) y Juan XXIII (1881-1963), serán canonizados los próximos meses en una fecha que será desvelada en El Vaticano.
Junto con Pío X (canonizado el 3 de septiembre de 1954), Ambos serán los tres pontífices proclamados santos en los últimos cien años.
La fecha de su canonización fue elegida por el Papa Francisco durante el consistorio celebrado este domingo y se especula con que se trate del primer domingo después de las celebraciones de la Semana Santa, cuando la Iglesia católica celebra la fiesta de la Divina Misericordia.
Una fiesta que instituyó el propio Karol Wojtyla tras hacer santa a la monja Faustina Kowalska en 2000, conocida como la santa Teresa de Jesús polaca.
El camino hacia la santidad tiene varios escalones: en los casos más tradicionales, primero es necesario ser nombrado Venerable Siervo de Dios, el título que se da tras la muerte a quien se le reconoce haber vivido “las virtudes de manera heroica”.
Después, es necesario, tras una especie de “juicio”, que sea reconocido un milagro para poder ser proclamado beato y después otro para la canonización, aunque el papa puede saltarse alguno de estos pasos como en el caso de Juan XXIII.
La canonización del papa polaco (1920-2005) ha llegado en tiempo récord, pero ha seguido todos los pasos marcados por la Iglesia.
En este sentido, fue facilitada por Benedicto XVI, quien retiró una norma que solía requerir un período de espera de cinco años antes de que pudieran iniciarse los trámites de canonización.
Y es que la subida a los altares de Juan Pablo II, cuyo papado duró casi 27 años, fue apoyada por aclamación popular tras el “santo súbito” (santo ya) que resonó durante días en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
En mayo de 2011, La Congregación para las Causas, el organismo del Vaticano que evalúa a los candidatos a la santidad, eligió como primer milagro el caso de la monja francesa y enfermera Marie Simon Pierre, de 51 años.
Según la comisión médica, la religiosa se curó de manera inexplicable de la enfermedad de Parkinson que padecía, la misma que sufrió Wojtyla en los últimos años de vida.
Los hechos se remontaban a 2005, dos meses después de la muerte del papa polaco. A la monja se le había diagnosticado Parkinson en 1988 y apenas podía escribir ni caminar.
El 2 de junio de 2005, la monja pidió a su superiora que le relevara de sus funciones en el hospital dónde prestaba sus servicios, pero esta la convenció para que rezara y pidiera a Juan Pablo II que le curara de su enfermedad.
Según la versión de la monja, a la mañana siguiente la enfermedad había desaparecido.