Aunque todos agradecieron por el regreso con bien del joven médico Alexis Jardiel Chi Chi, que se reportó como secuestrado en la región de Bonfil, donde trabajaba, el episodio demostró la pérdida de confianza de la población en las autoridades estatales, resultado de su intención de ocultar información a los campechanos, lo que genera que, ante el vacío de información, se hagan conjeturas en redes sociales.

Esto no es nuevo. El Gobierno del Estado ha acostumbrado a mentir cuando se trata del tema de inseguridad. Ya nadie cree, por ejemplo, en las cifras oficiales de inseguridad que contradicen incluso a los datos aportados por el Gobierno Federal y contrastan con la realidad que vivimos los campechanos.

El caso del médico de Bonfil es otro ejemplo de lo anterior. La denuncia de la desaparición del joven no fue un invento de los medios informativos, sino que fue presentada por la madre del profesionista. Sus amigos, sus compañeros de trabajo, los habitantes de Bonfil, estudiantes de medicina y la sociedad en general se unieron a la condena del hecho e incluso censuraron las voces oficiales que desde ayer mismo decían que todo era mentira.

La desesperación de una madre angustiada pero, sobre todo, los acontecimientos en los últimos meses han exacerbado el miedo, el temor, la desconfianza, acrecentada ésta última por la opacidad con la que actúan desde la Fiscalía General del Estado, Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana y demás instancias gubernamentales.

La población no miente ni tiene las intenciones de alarmar a nadie. Es la alarmante situación, instigada por la desinformación del Gobierno, la que provoca que desde distintos actores se hagan conjeturas, teorías e hipótesis.

A esto, además, contribuyó que una institución pública, como lo es la Comisión Local de Búsqueda de Personas en Campeche, que depende de la propia Fiscalía General del Estado, publicara y la desaparición del joven profesionista y prácticamente confirmara muchos de los rumores que circularon ese día, como el hecho de que la última vez que se le vio fue cuando salió de trabajar el sábado y fue a tomar una combi para trasladarse a esta ciudad, a la que nunca llegó, entre otras.

Cabe destacar que poco después del organismo eliminó la publicación, pero el daño ya estaba hecho.

Luego vino el “desmentido”, hecho también en redes sociales y por funcionarios públicos y no en las instituciones ni los canales oficiales.

La respuesta de la población, de familiares, de pobladores, de personal médico, de comunicadores, de la sociedad en general fue de desconfianza, de rechazo, de acusaciones de querer ocultar, como en sucesos anteriores, un hecho que sólo vendría a confirmar lo que es una realidad: Los campechanos vivimos en la inseguridad.

Redacción.

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