En estos momentos no puedo pensar en el futuro, es algo que me produce incertidumbre y es que veo a mi sociedad dividida, con un hartazgo que, en ocasiones se inflama convirtiéndose en odio, con desconfianza en las instituciones, tanta, que el mismo Instituto Nacional Electoral necesita reafirmarnos en un spot que nosotros somos los que hacemos las elecciones pero, también hemos escuchado las mil maneras en que se influye en ellas, el acarreo, la compra de votos, la insinuación de que un programa gubernamental dejará de existir si gana Fulanito o Menganito.
En las campañas utilizan la descalificación como estrategia y termina asentándose en la psique que no votarás por uno bueno, sino que votarás por el menos malo y así, entre el universo de mexicanos, no tenemos, porque así nos lo dicen, los mismos que compiten, uno que sea lo que esperamos.

Si vemos las elecciones de los últimos años, apenas un poco más de la mitad votó por Carlos Salinas (50.36%), con Ernesto Zedillo fueron menos de la mitad (48.69%), Vicente Fox fue el primer presidente de alternancia y solo 42.56% le dio su confianza, Felipe Calderón tuvo 35.91% es decir 64 de cada 100 votantes no lo eligieron, con el actual presidente 38.20% lo eligió lo que deja que 6 de cada 10 votantes no lo eligieron. En otras palabras, en los últimos 23 años hemos sido gobernados por una persona que no cuenta con la mayoría de los ciudadanos. Estas elecciones serán igual de cerradas que las anteriores, se ve difícil que uno de ellos (sea quien sea, sin tintes partidistas) consiga más de la mitad de los votantes lo que nos llevará a la misma situación de división en la que estamos inmersos, en la que los apasionamientos que se dan entre seguidores, militantes y simpatizantes, los hacen cegarse y es imposible que reconozcan que el candidato de sus afectos no es un dechado de virtudes o que el contendiente opositor tiene mejor propuesta. Gane quien gane, lo hará con más de la mitad de los votantes en contra, con un pueblo que siente que le han fallado de manera terrible, con una autoestima nacional por los suelos que, estoy seguro depende de muchos factores acumulados con los años, fugas de cerebros, sueldos bajos, malinchismo y no necesariamente de un gobierno.

Para que podamos revertir nuestro desespero nacional no podemos seguir con colas interminables para registrarnos por un apoyo pues, en el caso de no obtenerlo será decepcionante y si se obtiene, el peligro es que en esa situación de vulnerabilidad se busque continuar para no perder el apoyo obtenido y caer así, en una mediocridad consciente.

Tal vez una segunda vuelta fuera lo que necesitemos, los argumentos en contra dicen que el costo se elevaría mucho, en realidad, por mucho que costara, sería dinero bien invertido si tuviéramos la certeza de que la mayoría votó por el mandatario. Tal vez no estemos listos y quizá exista algo de razón en ello pues siempre habrá algo que nos haga desconfiar y eso puede ser el mayor de los retos, debemos trabajar en nuestra confianza institucional, debemos de lograr una absoluta transparencia, para que no quede duda de donde está el dinero de nuestros impuestos, que se vea el trabajo de nuestros representantes y que dejemos de jugar un juego trianual o sexenal que se limita a señalar los defectos del otro en lugar de construir confianza en las fortalezas propias.

En el anuncio del INE se dice que las elecciones están hechas por ciudadanos como nosotros, cierto, entonces, también somos parte del problema y no obstante, en el momento en que nos decidamos, podemos ser la solución y votar en paz sabiendo que no solo los representantes da casilla están vigilando nuestros votos sino todos y cada uno de los que en la urna fuimos a depositarlo, sin trampas, sin compra, sin limitaciones, insinuaciones o amenazas.

Tal vez nuestro voto sea uno entre miles pero, es el único que tenemos y eso… lo hace invaluable.