Malestar. Manifestantes protestan frente al Congreso Nacional brasileño

Associated Press

SALVADOR, Brasil (AP) — Lo primero que ve el viajero cuando sale de la terminal del aeropuerto de Salvador es un letrero en inglés y portugués con la siguiente leyenda: “Disculpen el desorden. Estamos construyendo un AEROPUERTO NUEVO”.

Más que un aeropuerto, Brasil construye un país nuevo para el Mundial del próximo año. Y, al menos en varias sedes de esta Copa Confederaciones, todavía hay mucho desorden.

Protestas masivas en Sao Paulo, Río de Janeiro y Brasilia por aumentos en los costos de vida y los gastos para el Mundial; embotellamientos masivos en Recife y Salvador, así como una infraestructura de transportación y hotelera urgidas de mejoras son algunas de las grietas que afloran en esta Confederaciones, tradicionalmente utilizada por el país anfitrión y la FIFA como laboratorio de pruebas de la Copa del Mundo.

“Sabemos que se hace la Copa Confederaciones también para ver las cosas que faltan y lo que los organizadores están haciendo”, matizó Diego Forlán, delantero de la selección uruguaya que fue despertada el martes a las siete de la mañana por una huelga de trabajadores del hotel donde se hospedan en una playa de Salvador. “A veces a la organización le cuesta organizar algo de esta magnitud”.

“Lo importante de esta Copa Confederaciones es que ellos vayan viendo lo que tienen que cambiar y mejorar”.

La buena noticia para Brasil es que todavía falta casi un año para el Mundial. La mala noticia es que son apenas 359 días.

El secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, reconoció después del partido inaugural el sábado en Brasilia que hay cosas por “mejorar”, pero consideró que “en general, fue un éxito”.

“Fue el inicio del torneo por el que hemos trabajado los seis últimos años”, expresó Valcke. “Está funcionando. Sin duda siempre se pueden mejorar cosas, pero eso es parte de lo que haremos justo después de la competencia”.

Cientos de manifestantes protestaron a las afueras del Estadio Nacional Mané Garrincha antes del triunfo de Brasil 3-0 sobre Japón, por los gastos en preparativos para el Mundial, de varios miles de millones de dólares. También hubo protestas en Belo Horizonte el lunes previo al encuentro entre Nigeria y Tahití.

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La presidenta brasileña Dilma Rousseff y el líder de la FIFA, Joseph Blatter, recibieron sonoros abucheos al ser presentados antes del encuentro en Brasilia, lo que provocó que el mandamás del fútbol mundial se saliera del protocolo en su mensaje al público para pedir “respeto” y “juego limpio” de los “amigos del fútbol brasileño”. Luego recibió incluso más muestras de rechazo.

Uruguay, una de las ocho selecciones en el torneo, ha tenido algunos de los mayores problemas para moverse, lo que afectó sus preparativos antes de su revés 2-1 contra España el domingo pasado en Recife.

La cancha de entrenamiento de los campeones de América estaba localizada a más de una hora y media de su hotel en Recife, un recorrido que se hace incluso más largo para los que no llevan escolta policiaca por el intenso tráfico y las pésimas condiciones de la ruta BR101, una carretera federal urgida de mejoras.

“Que era complicado, era complicado”, apuntó el zaguero uruguayo Maximiliano Pereira al describir el tráfico en Recife. “Hay cosas de la organización que no están bien, pero tendrían que llegar bien (al Mundial)”.

“Hay unas cosas de la organización que no están bien”, secundó el zaguero uruguayo Maximiliano Pereira. ”

Apenas dos de los seis estadios utilizados en la Confederaciones fueron completados a tiempo, y una vez iniciado el torneo, es evidente que hay obras incompletas en sus alrededores, especialmente en el Maracaná en Río de Janeiro, la Arena Pernambuco en Recife y el Castelao en Fortaleza.

Los fanáticos tuvieron problemas de transportación para llegar a la Pernambuco a fin de presenciar el duelo Uruguay-España, uno de los más atractivos de la primera ronda. El estadio fue construido a unos 20 kilómetros del centro de Recife en un barrio pobre, algo que los organizadores dijeron que fue intencional para estimular la economía de la zona.

“Vamos a mantener la misma transportación, pero vamos a tratar de mejorar algunas cosas para el próximo partido”, señaló Ricardo Leitao, el oficial gubernamental a cargo de los preparativos locales en Recife.

El comité organizador indicó que “ya identificamos los retos enfrentados en los tres primeros partidos en las operaciones afuera de las sedes oficiales del evento, y nuestro equipo se está haciendo cargo, al igual que las autoridades locales y federales”.

En el aeropuerto de Salvador, no es necesario el cartel que hay a la salida de la terminal para darse cuenta del desorden.

El pasillo que conduce de los aviones a la zona para recoger el equipaje estaba inundado el lunes por varias goteras que filtraban el agua de la lluvia. Por supuesto, los organizadores no pueden hacer nada para evitar los aguaceros en estas fechas, temporada de lluvia en el noreste de Brasil, pero es evidente que el aeropuerto necesita mejoras para mantener a los pasajeros secos.

El tráfico también era problemático en Salvador, con obras de pavimentación por toda la ciudad, incluso frente a la Arena Fonte Nova.

“Brasil se está pareciendo a Sudáfrica”, resumió el taxista Antonio Trabuco, mientras señalaba un maltrecho carril cerrado en la ruta costanera que lleva al hotel de Uruguay en Salvador. “Si no arreglan las cosas, para el Mundial esto va a estar peor”.