Un día como hoy, 22 de marzo, pero de 1517, un buque español bordeó, por primera vez, tierras campechanas, e incluso, según todas las crónicas existentes de esa época, sus tripulantes tuvieron un primer intercambio verbal, cultural y hasta militar con un pueblo maya que desde hacía siglos ocupaba la región.

El capitán de esa expedición española, que había partido unos días antes de la isla de Cuba, era el llamado ‘descubridor’ de la Península de Yucatán, Francisco Hernández de Córdoba, quien a la postre moriría, días después, a consecuencia de doce flechazos propiciados por los mayas de Champotón.

Por eso, las autoridades civiles y las instituciones culturales, hoy comienzan en forma oficial los festejos del llamado V Centenario del Encuentro de Dos Culturas, que se refiere al fatídico encuentro entre los españoles al mando de Hernández de Córdoba y a los naturales de Can Pech, lo que a la postre definió lo que hoy se conoce como Campeche y sentó las bases de nuestra actual cultura.

Pero si bien los festejos serán con bombo y platillo, no todos los campechanos conocen o al menos tienen las ideas básicas acerca de su origen. Es por eso que nos adentramos a las memorias de uno de los que protagonizaron ese viaje español y que hoy conforman una de las crónicas más aceptadas de ese 22 de marzo de 1517, el cronista y soldado Bernal Díaz del Castillo, cuya pluma registró cada acontecimiento de la expedición.

Según los historiadores, fue en 1568 cuando Bernal Díaz del Castillo terminó de escribir su manuscrito intitulado ‘Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España’, en cuyos pasajes narra la expedición, desde la salida de Cuba, hasta el descubrimiento de Campeche y otras expediciones.

Se trata de una obra que narra el proceso de la conquista de una manera ruda, aunque sencilla, ágil y directa. Cada página es un retrato pintoresco plagado de detalles. Leer el libro es transportarse al pasado y vivir al lado de un soldado todos los sucesos de la conquista.

“Acordamos de nos juntar ciento y diez compañeros de los que habíamos venido de Tierra-Firme y de otros que en la Isla de Cuba no tenían Indios y concertamos con un Hidalgo, que se decía Francisco Hernández de Córdoba, que era hombre rico y tenía pueblos de Indios en aquella isla, para que fuese nuestro Capitán y a nuestra ventura buscar y descubrir tierras nuevas, para en ellas emplear nuestras personas y compramos tres navíos…”, se lee en el manuscrito, a modo de explicación de los motivos que los llevaron a iniciar la excursión el 8 de febrero de 1517.

Tras adentrarse en las aguas del Mar Caribe, el capitán y los soldados finalmente vislumbraron tierra. En el capítulo II de sus crónicas, que Díaz del Castillo tituló “Del Descubrimiento de Yucatán y de un recuento de guerras que tuvimos con los naturales”, da cuenta de cómo encontraron y nombraron a Cabo Catoche y la traición que tuvieron por parte de un cacique, “…y desde los navíos vimos un gran pueblo que al parecer estaría de la costa obra de dos leguas y viendo que era gran población, y no habíamos visto en la Isla de Cuba pueblo tan grande y le pusimos por nombre, El Gran Cairo… vimos venir cinco canoas grandes llenas de Indios Naturales de aquella población y venían a remo y vela… llegado los Indios con las cinco canoas cerca de nuestros navíos con señas de paz, que les hicimos, llamándoles con las manos y capeandoles con las capas, para que nos viniesen a hablar, porque no teníamos en aquel tiempo lenguas que entendiesen la de Yucatán y Mexicana…”.

En su tercer capítulo ya se tiene un registro de Campeche como tal, pues lo nombró “Capítulo III. Del Descubrimiento de Campeche”, en donde después de tener un enfrentamiento con el cacique anterior decidieron zarpar “como acordamos de ir la costa adelante hacia el poniente, descubrieron puntas y bajos y ancones y arrecifes, creyendo que era Isla, como nos los certificaba el piloto Antón de Alaminos, íbamos con gran tiento de día navegando y de noche al reparo y parando: y en quince días que fuimos de esta manera, vimos desde los navíos un pueblo y al parecer algo grande y había cerca de él gran ensenada y bahía, creímos que había río o arroyo donde pudiésemos tomar agua, porque teníamos gran falta de ella: acabavase  la de las pipas y vasijas que traíamos… hubimos de saltar en tierra junto al pueblo y fue un domingo de Lázaro y a esta causa le pusimos este nombre, aunque supimos, que por otro nombre propio de indios se dice Campeche…”.

Fue así como la expedición española descendió de los tres navíos que llevaban y tocó tierra firme en Campeche, intercambiando señas y recibiendo ayuda de los mayas de lo que era el cacicazgo de Can Pech, el 22 de marzo de 1517, un domingo de Lázaro, de cuya fecha recibió su primer nombre español: San Lázaro de Campeche.

Y aunque también estos naturales vinieron con muestras de paz, los españoles ya no entraban en confianza después de la emboscada del Cacique de Cabo Catoche, temiendo tener la misma suerte; pero en esta ocasión los naturales demostraron cordialidad tanto que tuvieron la oportunidad de conocer un centro religioso tal como lo menciona Díaz del Castillo: “nos dijeron por señas que fuésemos con ellos a su pueblo… y llevaron nos a unas casas muy grandes, que eran adoratorios de sus ídolos, y estaban muy bien labrados de cal y canto, y tenían figuras en unas paredes, muchos bultos de serpientes, y culebras, y otras pinturas de ídolos, y alrededor de uno como altar lleno de gotas de sangre muy fresca: y a otra parte de los ídolos tenían unas señales como a manera de cruces, pintados de otros bultos de Indios. De todo lo cual nos admiramos, como cosa nunca vista ni oida”

Haciendo un paréntesis al relato de Bernal Díaz del Castillo, conviene señalar que otro cronista, aunque años más adelante, narró una situación similar. Se trata del que fuera obispo de Yucatán, Fray Diego de Landa.

“En Campeche hallaron un edificio dentro del mar, cerca de tierra, cuadrado y grabado todo, y que en lo alto estaba un ídolo con dos fieros animales que les comían las ijadas y una sierpe larga y gorda de piedra que se tragaba un león; y que los animales estaban llenos de sangre de los sacrificios”.

Otro cronista que también habla de Campeche es el dominico Tomás de Torquemada, diciendo “de Yucatán fue Francisco Hernández a Campeche, que los indios llamaban Quinpech, lugar crecido que lo nombró Lázaro. Salió a tierra, tomó amistad con el señor (del pueblo) y rescató mantas, plumas y caracoles engarzados en plata y oro. Diéronle perdices, gallinas, tórtolas, gallipavos, liebres, ciervos y otros animales de comer; mucho pan de maíz y frutas allegábanle los indios a los españoles; (y) unos les tocaban las barbas, otros las ropas, otros tentaban las espaldas y todos se andaban hechos bobos alrededor de ellos…”.

Mientras que Fray Bartolomé de las Casas hace una referencia de este mismo encuentro: “…estuvieron aquí los españoles tres días holgándose, tan espantados de ver los edificios de piedra y de las cosas que veían, como los indios de verlos barbados, vestidos y blancos, y no poco alegres los nuestros con ver las buenas muestras de oro que hallaban y de lo mucho que la esperanza les prometía y multiplicaba…”.

Para continuar con el registro de Díaz del Castillo, comenta que decidieron zarpar nuevamente, después de abastecerse de agua.

Con este nuevo viaje y provisiones decidieron navegar nuevamente y aquí se da el descubrimiento de Champotón. “Pues yendo nuestra derrota delante vimos desde los navíos un pueblo y antes de obra de una lengua del hazia una ensenada, que parecía abría rio o arroyo, acordamos de surgir junto a él: y como en aquella costa mengua mucho la mar y quedan en seco los navíos, por temor dello surgimos más de una lengua de tierra en el navío menor… salimos en tierra poco más de medio día y abría una lengua desde el pueblo hasta donde desembarcamos y estaban unos pozos y mayzales y caserías de cal y canto. Llamase este pueblo Potonchán, henchimos nuestras pipas de agua, mas no las pudimos llevar, ni meter en los bajeles, con la mucha gente de guerra que cargó sobre nosotros…”.

Con este anotación, Bernal Díaz relata el enfrentamiento que tuvieron con los mayas de Champotón que eran encabezados por el célebre cacique Moch Couóh, pues “tomando nuestra agua, vinieron por la costa muchos escuadrones de Indios del pueblo de Potonchán (que así se dice) con sus armas de algodón, que les daba a la rodilla y con arcos y flechas y lanzas y rodelas y espadas hechas a manera de montantes de a dos manos y hondas y piedras y con sus penachos de los que ellos suelen usar…”

De esta manera se da el enfrentamiento donde se dio una baja considerable de soldados de la tripulación española y de muchos más que fueron heridos; como fue el caso del mismísimo capitán Francisco Hernández de Córdoba y al propio Bernal: “…y los Indios se apellidaban, decían en su lengua Al Calochoni, Al Calochoni, que quiere decir que matasen al Capitán y le dieron doce flechazos y a mí me dieron tres…”.

Herido el capitán decidieron dar retirada y subir a los navíos. Bernal Díaz en sus cartas de mar destacó el enfrentamiento y tiempo después los marinos los nombraron y conocieron como “Bahía de la Mala Pelea”.

Terminado este enfrentamiento los navíos con los pocos soldados sobrevivientes decidieron regresar a la Isla de Cuba, donde finalmente el Capitán Francisco Hernández de Córdoba falleció por las heridas hechas en los doce flechazos recibidos.

Hoy se cumplen 500 años de la llegada de españoles

Eunice Cruz Molina
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