Desde la primera manifestación a la que los maestros campechanos inconformes se unieron a otras que se hicieron en varias partes del país era de esperarse que el verdadero Viacrucis estuviera en las calles y no en el Congreso. Cuando el 11 de septiembre los inconformes decidieron bloquear las puertas del Palacio de Gobierno y la sede del Congreso, sí estaban entre ellos las manos de la CNTE de Oaxaca. Tras ser desalojados con antimotines empezó la crónica de un mes negro. Reuniones en la Secretaria de Educación, en el Palacio, en el Holiday Inn y nada hacía creer que los maestros y el gobierno llegarían a algún acuerdo.
Lo primero que originó la manifestación fue la falta de información y los alcances de la Reforma Educativa. Ni la SEP en el país, ni la Seduc en Campeche hicieron la labor de difusión, debate y análisis que ayudara a los maestros a interpretar y entender una reforma que los involucraba hasta la médula. Cuando la Seduc lanzó la campaña mediática explicando el sentido de la reforma y garantizando que ningún maestro sería despedido, el daño ya estaba hecho. El vacío inicial de información fue clave para lo que resultó después.
Los días posteriores al 15 de septiembre fueron decisivos. Por un lado, la disidencia desconocía a la dirigencia del SNTE y con el apoyo de simpatizantes y militantes de izquierda crearon un liderazgo alterno. Por el otro, los infiltrados de la CNTE habían logrado sembrar la semilla de una célula, al menos provisional, en Campeche. En otros 21 estados del país también estallaron conflictos.
¿Qué buscaban los movimientos en cada región? ¿Cómo logran los maestros en Campeche sumar en su lucha a los padres de familia? ¿Bajo qué circunstancias se dieron los diálogos y los acuerdos entre las autoridades campechanas y los inconformes?
Con movimientos en 22 estados en total y el Distrito Federal tomado por los manifestantes, la intención inicial fue presionar para que los gobernadores, en su derecho constitucional como ejecutivo de un estado libre y soberano, revocaran la reforma para que no fuera aplicada. La tarea y el reto eran enormes. Imposible en un país en el que el PRI gobierna en 20 estados con un presidente de su partido en Los Pinos. Sabiendo que la vía no sería el dialogo vino entonces la presión social. Bloquear autopistas, carreteras, aeropuertos y dependencias de gobierno. Sin resultados inmediatos el movimiento se desgastó en más de la mitad de los estados del país.
Junto al desgaste físico se unió la falta de recursos, apareció entonces la idea de unir a los padres de familia. Si algo ha unido a la sociedad mexicana ha sido la opinión que se tiene de la calidad educativa. Los maestros han estado siempre en la primera fila de las críticas a su trabajo. ¿Cómo pudo el movimiento en Campeche hacer que padres de familia se les unieran? Fue una acción bien calculada, inteligentemente medida, manipulada y oportunista. En el 2010 el Instituto de Infraestructura Física Educativa del Estado de Campeche (Inifec) que dirige Vicente Vega Arceo imprimió miles de folletos con el título “Ser Solidario es..” Era un manual que la Seduc junto a la Secretaría de Desarrollo Social repartió por todas las comunidades explicando la importancia de que todos los ciudadanos cooperaran para mejorar las condiciones de su comunidad con los recursos que las secretarias entregaban bajo las normas del programa “Justo y Solidario”.
En el manual se explica cómo arreglar ventanas de escuelas, cómo hacer una puerta, cómo preparar pintura, cómo preparar mezcla, colocar bloques y una serie de labores que necesitarían las comunidades para mejorar sus condiciones de vida.
Este manual, con logos impresos del gobierno estatal, fue utilizado por los maestros para hacerles ver que la educación se estaba privatizando, y que serían los padres de familia los encargados de pagar y mejorar las condiciones en los planteles, y que así estaba plasmado en la Reforma Educativa. La reacción de los padres ya es conocida, se sumaron a los maestros y fueron los primeros en bloquear la Campeche-Mérida. Identificado el hecho, la decisión del gobierno fue retirar a través de la Seduc y autoridades comunitarias todas las copias impresas del “Ser Solidario es”… Ya había copias del manual en manos de centenares de familias.
Las intenciones del gobierno eran dos, establecer una comunicación directa con los inconformes, sin intermediarios, y tratar de restablecer el liderazgo que había perdido la dirigencia local del SNTE. Para conocer las peticiones de los disidentes, el 21 de septiembre, 17 miembros del llamado Movimiento Base Magisterial Democrática de Campeche se reunieron con las autoridades y más tarde salieron a dar a conocer el borrador de la minuta que incluía seis puntos. La firma oficial del acuerdo se realizó cuatro días después, en presencia de todos los medios de comunicación y representantes del SNTE.
Con este acuerdo regresaron a las clases el 90 por ciento de los inconformes y quedó un grupo minoritario insatisfecho que hasta este martes mantenían las vías de comunicación bloqueadas.
Tolerancia, fue una y otra vez la palabra que repitió Ortega Bernés a la sociedad para intentar resolver el conflicto. El gobierno decidió asumir el costo político de apelar a la tolerancia como recurso para solucionar el caos que vivía el resto de la sociedad, rehén de la voluntad de los maestros y padres de familias. La demanda ciudadana, una y otra vez fue el que se usara la fuerza pública.
La tolerancia tiene un límite ante quienes violentan la ley, fueron las palabras que usó Ortega Bernés en una entrevista a los medios de comunicación. Con la presión social para que se actuara contra los manifestantes, la información de que solo en cuatro estados del país se mantenía el movimiento, y que hasta los maestros de Oaxaca habían desistido de sus manifestaciones en el Distrito Federal , Campeche seguía siendo un foco rojo por resolver.
El fin de semana, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública de Yucatán, Luis Felipe Saidén Ojeda, descendió en un helicóptero en la carretera federal y desde allí exigió a los maestros que retiraran su bloqueo. “No permitiremos que un problema en su estado afecte más a terceros”. Al mismo tiempo en Campeche, militantes de izquierda reforzaban los ánimos del magisterio para mantener su postura.
Este martes desde primera hora, los maestros recibieron un ultimátum. A la altura de un hotel en el Malecón de la ciudad estaban los autobuses listos que trasladarían a los antimotines hacia los lugares en los que estaban los bloqueos. El Gobierno del estado se estaba quedando solo en su intención de mantener la tolerancia, el conflicto estaba rebasado y la opinión pública y publicada exigía el cumplimiento de la ley. Mientras se organizaba la policía, a la misma hora, un grupo de maestros llegaba al Palacio para acordar la liberación de la carretera y establecer los acuerdos para disolver el movimiento.
Ha sido un mes donde se ha puesto a prueba la tolerancia de las autoridades, la resistencia de un movimiento que cruzó sus límites legales y se puso a prueba de la capacidad de una sociedad que estaba presa en medio de un conflicto que le provocó incalculables daños.
“¿Una disculpa? No puedo dar una disculpa a la sociedad, porque una disculpa no es suficiente”, dijo el gobernador. Y tiene razón. Unas horas más y las consecuencias serían imaginables, la liga estaba a punto de romperse. ¿Quedó resuelto? Nadie puede estar seguro. Al tiempo.
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