Como cada seis años, pacientemente pero con el bullicio de los correderos de especulaciones, los campechanos esperamos la cita puntual del cambio de poderes en la administración del gobierno estatal, en esta ocasión a las 12 horas del martes 15 de septiembre. 

Siempre existe la esperanza y principalmente el anhelo de que esta vez sí logremos desarrollarnos, crecer y alcanzar las metas de bienestar que nuestra gente tanto aspira, sexenio tras sexenio. Quizá lo lamentable es que una población como Campeche, con tanta riqueza y potencial,  dependa tanto de lo que sucede alrededor de la actividad de gobierno, y que sea tan trascendental la renovación de nuestras autoridades. Para otras entidades más desarrolladas en lo económico, lo único notorio este 15 de septiembre son los festejos de las fiestas patrias.

Y eso no es todo, es ya parte de nuestra idiosincrasia, la exagerada comunicación respecto a los posibles integrantes del equipo del nuevo gobernador, las prisas de los burócratas por cerrar sus encomiendas, obviamente su nerviosismo ante la incertidumbre de los cambios y no se diga las excedidas horas en vela de los suspirantes por ocupar el puesto de los que se van; se dice que hasta las filas de los sitios de pago de telefonía celular tuvieron que abrir cajas extras porque hubo un mayor volumen de gente que pagó puntualmente su servicio. ¿Ya le llamaron a Usted?

Todo es parte de nuestra politizada cultura, pero esto no debe distraernos de lo que en el fondo de todo se prepara en estos tiempos tempestuosos. Hemos comentado en diversas entregas de esta columna, la situación que guarda el entorno nacional e internacional en la actualidad, donde se enfrentan problemas que deben ser manejados estratégicamente y requiere de gran destreza por parte de todos los tomadores de decisiones para ser asertivos con las acciones a emprender para subsistir ante los embates económicos y competencia de los mercados.

Campeche toma una posición preponderante en el ámbito del desarrollo, precisamente cuando todo parece adverso, nuestra entidad tiene posibilidades de generar su propia dinámica potencializando todas sus capacidades para crecer, emprendiendo y fortaleciendo su economía a partir de este momento. Los cambios, para darse, requieren de voluntad y un trabajo dirigido estratégicamente, aprovechando los elementos que se poseen y estableciendo acciones a partir de nuevos escenarios creados.

El cambio de administración por primera vez en mucho tiempo, puede no solo generar una esperanza, sino la vía que se requiere para andar en estos tiempos complejos, por ello nuestra cita no va nada más con los protocolos administrativos, sino manejando los controles del progreso.

Los motores que pueden impulsar el desarrollo están en la inversión privada en los sectores estratégicos como el energético, agropecuario y turismo, la inversión en infraestructura por parte del gobierno debe ser encaminada a establecer la facilitación en las comunicaciones, tecnologías, refuerzo de zonas urbanas y rurales donde se integren los insumos necesarios para la producción y servicios.

Todo modelo de desarrollo necesita procurar una participación activa de los sectores público, privado, social y académico, pero no solamente en la elaboración de programas demagógicos que solo beneficien a unos cuantos, sino encaminados a la consolidación de cadenas de valor que provean de bienes y servicios a los sectores estratégicos, generen fuentes de empleo en condiciones de equidad y competencia, y consideren siempre la creación de beneficios localmente.

Las políticas públicas deben enfocarse al desarrollo y no solamente satisfacer a la política-política o demagogia. A medida que esta sea la visión, se trascenderá no solo a los ciclos sexenales o trianuales, sino tendrá un posicionamiento de largo plazo. Por ello la necesidad de una planeación a mayor tiempo, porque quizá el corto plazo nos dé un escenario complicado pero a medida en que lo vemos a la distancia, con objetivos y acciones orientadas a un horizonte mayor, podremos encaminar un crecimiento de manera sostenida, conociendo prioridades, creando infraestructura de largo plazo y retroalimentando para la inclusión de cada una de las partes.

Muy importante es contar con un ordenamiento legal que dé sustento a la inversión, seguridad a la infraestructura económica y armonización a las políticas sectoriales y su enlace con las estrategias nacionales a través de las Reformas Estructurales. Leyes que cubran las necesidades en el ámbito local y nacional, pero que refleje la necesidad de actuación global.

A medida que una economía se desburocratiza, fomenta el empleo y desarrolla opciones para emprender, se hace más efectiva y eficiente la gestión pública. Quizá el esfuerzo aislado de una entidad como Campeche no sea suficiente, pero tenemos claro, como lo han hecho otros estados, que si las iniciativas no parten desde la esfera de lo local, las acciones que se emprenden centralizadamente no fortalecen la economía doméstica. Es aquí la clave de nuestro desarrollo, la gestión pública de nuestro gobierno del estado, apoyada por las diferentes unidades económicas locales, a partir de una estrategia de crecimiento a largo plazo y con la voluntad y trabajo de todas las partes.

Campeche tiene una cita muy importante con su desarrollo, es aquí y ahora. Debemos estar muy atentos a la estructuración de la nueva administración de gobierno, saber sus planes, conocer sus estrategias, apostar a una toma de decisiones participativa, entender dónde se integra cada una de las partes, cuáles son las prioridades y dónde está su escenario de largo plazo.

Estimado lector, agende bien su cita porque el desarrollo en Campeche… ¡Ya no espera!