Pocas veces en la historia de nuestro estado una industria resultó tan promisoria que dio gran fama al puerto campechano por su excelente capacidad para la construcción de barcos y navíos.

014 ATARDECER EN LA LAGUNA DEL CARMEN

Cuenta la tradición que entonces la construcción de barcos se convirtió en una de las mayores industrias que desarrolló el puerto campechano  en sus famosos astilleros ubicados en el barrio de San Román desde mediados del siglo XVI.

“De todas las poblaciones españolas que se formaron en el litoral del seno mexicano. Campeche vino natural y espontáneamente á ser el centro de la construcción naval de esta parte de la colonia; porque allí, a la salubridad proverbial del clima, abundancia y baratura de los mantenimientos, añadiese la formación de una raza mista, inteligente, activa y organizada vigorosamente para trabajos recios” (La restauración, 28 de Octubre de 1864).

A pesar de que la profundidad del puerto campechano no era apto para el atraco de embarcaciones, los diestros campechanos hicieron del astillero campechano una de las industrias más prominentes que impulsó la actividad económica en la entidad. “…No pueden mantenerse atracadas las embarcaciones que tiene mucha carga, ni pueden fondear frente a Campeche los buques de más de 10 pies calado, á causa de la poca agua”. (Campeche, Una Ciudad en la Península, Ivett García, 2010, pag.158).

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No obstante, a pesar de ello, el  puerto campechano estuvo en la mira del mundo debido a su rica actividad comercial que durante el periodo colonial se basó la exportación de géneros provenientes de la tierra como; el chile, maíz y frijol; así como en la explotación del palo de tinte, muy apreciado en el viejo continente por su capacidad para teñir teslas. Entonces la madera tintórea tenía un amplio mercado en Estados Unidos, Hamburgo, Rusia, Havre, y Liverpool, mercados donde era utilizado para dar colores oscuros a los paños.

Cuenta a tradición que durante estos años, el puerto fue el más rico en su comercio por causa de que era escala de todos los navíos provenientes España y Guifea “dé a todas partes vienen a este puerto” (Michel de Antochiw, Las primeras Fortificaciones, 2007, pag.104).

Está situación ocasionó que la villa contará con su primera flota formada por pataches y fragatas que comerciaban con otras partes del virreinato, todas ellas fabricadas por maderos duros de la región como jabín y otras especies que crecían en la selva campechana.

Su gran tradición con el mar también propició la fundación escuela de náutica, en 1822 donde se preparó a los jóvenes campechanos para formar la nueva generación de la marinos especializados que se encargaran del cuidado las costas

De hecho, para 1856, la marina campechana estaba compuesta de 80 embarcaciones con una capacidad para cargar mercancías de 3 mil 37 toneladas, con las que hacia su comercio regular con los puertos americanos, los nacionales del Golfo, la isla de Cuba y Belice.

La prominente industria marítima también dio paso al establecimiento del comercio de cabotaje, entre los puertos de Frontera, Carmen, Champotón, Campeche y Progreso, otorgado a la compañía de los “Sres. Leandro Regil y compañía”.

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De acuerdo a la prensa de la época, sabemos que el buque ‘El Campechano’ propiedad de los señores Regil contaba con una tripulación de 16 hombres y con una capacidad de 297 toneladas. “En las pruebas que se hicieron después de botado al agua, se vio que andaba 2 y 2/3 millas por hora. (Periódico Oficial, núm. 14, 2 de Septiembre de 1884).

Fue debido a ello que se ubicó en la ciudad un astillero en Lerma por iniciativa del gobierno federal, “del establecimiento del varadero y talleres de reparación naval a las inmediaciones de Lerma. Entramos en una nueva era, Sres. Diputados: se retiran de nuestro horizonte las brumas de los disturbios políticos, y el claro sol de los pueblos que marchan a la perfección moral y material, alumbra ya sobre nuestros destinos. (Campeche, una Ciudad en la Península, Ivett García, 2010, núm. 139, pag.163).

Estás circunstancias parecían apuntar un panorama alentador para las finanzas estatales, pues se pensaba en la época que la era del progreso cambiaría la situación de la entidad.

“De algún tiempo a esta fecha se han emprendido en el Estado de Campeche, y especialmente, en su capital obras de bastante consideración  que han venido cambiando  la situación estacionaria  en que anteriormente se encontraba el comercio, la industria, la marina, las artes y en general  los trabajos que tienen relación con los trabajos mecánicos. La protección decidida que le Sr. Presidente de la República ha impartido en esta entidad federativa, concediendo entre otras distinciones el establecimiento de dos ferrocarriles, de un magnifico astillero, y de un dique…refiriéndonos a otras de orden distinto la creación de una escuela de náutica en donde saldrán expertos e inteligentes marinos, elevados de altura de los conocimientos modernos que la ciencia y el arte han descubierto en los últimos tiempos, son pruebas irrecusables de la atención que merecen estos pueblos, que en no muy lejano tiempo parecía que estaban separados de la acción  benefactora del centro.” (Periódico Oficial, núm. 12, viernes 8 de junio de 1883).

Sin embargo, las expectativas fueron todo lo contrario. Un año más tarde el agro sufrió la crisis más severa de toda su historia al ser blanco de una nube negra que trajo miles de langostas a las hectáreas de cultivo. “Entonces la agricultura se ha visto arruinada, paralizando el comercio, cegadas las fuentes de riqueza y para decirlo de una vez, amenazado el pueblo de las más terrible de las desgracias que podían afligirle; el hambre. El estado esta empobrecido, la clase  proletaria sin trabajo, las gentes acomodadas sin animo para continuar, sus estériles sacrificio, la crisis pecuniaria, tiene empobrecido el comercio, la industria completamente  paralizada por la falta de capitales y la agricultura única y pobre esperanza, que alentaba a los campechanos, acaba de recibir un golpe de muerte. (Periódico Oficial, núm. 141, 2 de Septiembre de 1884).

Aunque se empeñaban grandes esfuerzos para combatir las langostas en algunas fincas, la crisis de la entidad parecía complicarse debido a la caída de los precios de la sal. En ese mismo año, debido a la falta de solidez de las finanzas estatales, Campeche buscó un préstamo a la federación para sortear los estragos en el campo.

Pero fue inútil la petición del entonces diputado campechano Fernando Duret ante Congreso, para solventar la situación, las autoridades pactaron un préstamo de 50 mil pesos con un empresario carmelita para abatir el rezago económico de la entidad.

La esperanza del progreso se desvaneció un año más tarde cuando por orden presidencial se desplazó a la marina campechana otorgándole la concesión a la línea ‘Alexandre and Sons’, para realizar cabotaje entre los puertos del Golfo.

Sin duda, este fue un golpe de muerte para la marina campechana y el declive para el astillero campechano, “pero todavía presenta un carácter más alarmante la paralización completa en que se hallan todos los barcos de la matrícula campechana, desde que los vapores americanos de la empresa Alexandre se han dedicado al comercio de cabotaje en los puertos del Golfo. Los fuertes capitales invertidos en nuestra marina están perdidos, y los numerosos individuos, antes empleados en la tripulación de barcos, lamentan en la ociosidad y en la miseria esta situación desesperante, que también hirió en sus intereses á los carpinteros, calafates, alijadores, y á todos los otros que en el comercio de las embarcaciones hallaban la necesaria subsistencia”. (Informe de Juan Montalvo, Gobernador interino constitucional del estado, 7 de agosto de 1886).

Aunque el gobierno estatal previó una mejora debido al certero combate de la plaga y la recuperación de varias hectáreas de cultivo, en 1888, la entidad recibió un golpe de muerte cuando el gobierno federal decretó la reubicación del Dique flotante “Pedro Sainz de Baranda” a otro puerto del Golfo, dejando en Lerma únicamente el Arsenal naval “Porfirio Díaz”.

El escritor y político, Salvador Martínez Alomía, señalaba que la crisis de la entidad, se debía a que debido a su condición portuaria, los campechanos preferían comprar al extranjero todos los productos que se producían en la entidad aunado a la falta de iniciativa de los particulares para invertir en otras industrias.

Con la llegada del nuevo siglo, la época dorada de astillero campechano había terminado, y con ello, se extinguía una de las industrias que colocó al puerto campechano como uno de los mejores en todo el orbe. Así de la nada, los campechanos perdieron la enorme tradición de su astillero, oficio que se originó desde que nació la villa a las orillas del Golfo.

Coord. Luis Ángel Ramos Justo
Oficina del Cronista
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