Abel Efraín Durán Reyes
eduran@multimedioscampeche.com
El Día de Muertos es una costumbre que se ha arraigado en diferentes partes del mundo. De origen indígena en muchos casos, también hay países en donde esa práctica se dio mediante la implantación de sus colonizadores o bien en donde fue evolucionando a partir de agregados celtas, romanos, irlandeses, católicos, etc.
En nuestro país es una celebración de origen prehispánico que honra a los difuntos el día 2 de noviembre, comienza desde el 1 de noviembre y coincide con los festejos católicos de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Hace unos años la Unesco declaró a esta festividad mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Existen evidencias de los rituales de la muerte desde hace tres mil años, mucho antes de la llegada de los españoles, y algunas de sus características se han encontrado en las culturas maya, mexica, purépecha y totonaca.
En la Península de Yucatán se le conoce como Hanal Pixán (Hanal: comida; Pixán: alma que da vida a cuerpo; comida de las almas).
Para las comunidades mayas, el Hanal Pixán se celebra los día 31 de octubre, que es el día de los niños (U Halal Palal); el 1 de noviembre, que es el día de los adultos (U Hanal Nucuch Uinicoob); y el 2 de noviembre, que es de todos los santos (U Hanal Pixanoob).
Pero la celebración comienza desde muchos días antes con la elaboración del bordado de los manteles que se utilizan en las mesas; la elaboración de trastes de barro, velas de cera, etc. Se hace limpieza general de la casa y patios, se pintan albarradas.
Debido a la destrucción de gran parte de la creación literaria de los mayas por parte de los evangelizadores españoles y católicos, las características netamente mayas de la celebración han llegado a nosotros en forma limitada y dispersa. De hecho, diversas regiones mayas celebran el Día de Muertos con algunas características diferentes, algunas de ellas poco ortodoxas, como en Pomuch, Campeche, donde acostumbran sacar todos años los huesos de los difuntos para limpiarlos y cambiares de paño.
Ni siquiera los propios pobladores conocen a ciencia cierta cómo empezó esa tradición y sólo afirman que es desde ‘hace décadas’. Sin embargo, uno de los viajeros que cruzaron por la región e hicieron una descripción de todo lo observado, nos acercan a pensar que se trata de una práctica milenaria.
Hacia 1840, el explorador y diplomático estadunidense, John Stephens, viajó a la Península de Yucatán y posteriormente publicó sus ‘Incidentes de viaje a América Central, Chiapas y Yucatán’ (traducido luego por Justo Sierra O’Reilly), en donde describe la costumbre de ‘harnero’.
Se trataba de un espacio especial dentro del cementerio en el que se colocaban los huesos de los difuntos una vez que estuvieran secos. En algunos casos, dice Stephens, la calavera era blanqueada al sol y se le escribía con pintura su nombre en la frente a fin de recordarle.
Pero mucho antes, hacia 1560, fray Diego de Landa, uno de los evangelizadores más violentos y que con mayor ahínco destruyeron códices y documentos mayas, hizo una breve descripción de la disposición del altar dedicado a los muertos, evidenciando la importancia de la presencia de difunto al interior de las casas, por ejemplo, colocando en un recipiente de barro las cenizas del antepasado.
ORIGEN PREHISPÁNICO
El Hanal Pixán tiene sus raíces en costumbres extendidas por los evangelizadores católicos y en rasgos mayas prehispánicos.
Al correr los años, sus costumbres fueron sufriendo cambios con la llegada de los conquistadores y los misioneros, que adecuaron las antiguas tradiciones a las creencias religiosas y que son las que conservamos hasta nuestros días.
Por un lado, los mayas prehispánicos no tenían una fecha fija o establecida para celebrar o conmemorar a sus muertos. Además de la costumbre de enterrar a sus muertos al interior de las casas, o aprovechando cavernas, cuevas o cenotes, y en casos extraordinarios hasta construyendo edificios exclusivos para conservar cadáveres, los mayas prehispánicos les rendían culto a diario.
Es de destacar que no existía la idea del regreso de los muertos en ninguna fecha, al contrario, existía todo un peregrinar entre los niveles del yaxché (o ceiba, árbol sagrado) para alcanzar su destino final.
ORIGEN EUROPEO
La celebración de 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre es una imposición religiosa que los primeros evangelizadores realizaron entre los pueblos mesoamericanos.
Esta celebración derivó, por un lado, de antiguas festividades celtas que despedían al año viejo y las cosechas finales (el 31 de octubre), de donde viene además la creencia del retorno de los muertos para que las cosechas fueran compartidas con ellos, y las que recibían al año nuevo. Por otro lado, los ajustes de la Iglesia para la celebración de todos sus mártires (y luego de todos los santos, canonizados o no) con un añadido en el camino de la historia del catolicismo, que es la noche de “la Víspera de Todos los Santos”, el 31 de octubre.
La inserción de las fechas y las celebraciones seguramente fue facilitada por la existencia de aparentes similitudes entre las costumbre europeas y prehispánicas, logrando un mestizaje y una transculturación que hoy en día se manifiesta en la celebración del Día de Muertos y en distintos aspectos de las tradiciones mayas.
LA MUERTE
Para los mayas prehispánicos, morir no significaba la aniquilación total inherente a los seres vivos… era un cambio de estado, una vivencia en un plano diferente a la que se vive entre el nacimiento y el deceso. Es decir, la muerte era una forma de vida diferente.
Según el arqueólogo Alberto Ruz, esa es la razón por la que diversos códices mayas muestran al dios de la muerte, que por su aspecto es también un muerto, realizando actividades de los vivos, como tejer, fumar, caminar bajo la lluvia, producir fuego o tener sexo.
Además, según documentos mayas, como el Popo Vuh, los malévolos dioses del Xibalbá, lugar de los muertos, también realizaban actividades cotidianas, como jugar a la pelota o burlarse o hacer daño a los hombres.
Así, el Hanal Pixán es, para los mayas, algo más que una simpe conmemoración folclórica. Es un espacio del ciclo anual que les permite asimilar y reproducir su cosmovisión y amor hacia sus seres queridos que han fallecido, así como reforzar la idea de que ellos les ayudan desde el más allá.
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