AGENCIAS. La estrella de comedias gringas vive sus días más oscuros tras revelar que es portador del VIH. Pocos recuerdan que, detrás del escándalo y las noches de juerga, hay un tipo en busca de paz que alguna vez quiso ser un pitcher profesional.

Apellido de obispo, nombre  de juego demoníaco. O de niño inquieto, aquel de las tiras cómicas, el dueño de Snoopy, que lleva tatuado en el pecho.  Charlie Sheen (1965), Carlos Irwin Estévez para las actas, ‘La Máquina’ para la noche, neoyorquino, virgo, actor, humano. Demasiado humano.

A los once años fumó marihuana por primera vez. Cuenta la leyenda que en 1979, con 14 años, durante las grabaciones de Apocalypse Now en Filipinas, donde actuó su padre, Martin Sheen, les armaba porros a Marlon Brando y a Dennis Hopper.
A los 15 años, como ha contado, pagó su primera prostituta con la tarjeta de crédito de su padre. A los 16, lo expulsaron  del Santa Mónica High School y, de paso, truncaron sus sueños de ser un pitcher profesional.  Entonces, sin ninguna inquietud académica, probó suerte en la actuación, como sus dos hermanos mayores.
Su primer papel fue un estudiante convertido en guerrillero (Amanecer rojo, 1984). Ya figuraba como Charlie Sheen. Su verdadera identidad se revelaría muchísimos años después.  Su padre, Ramón Estévez Phelan, hijo de español e irlandesa, cansado de no recibir mayor atención, fusionó el nombre de Robert Martin, director de casting de la CBS –el único que le dio bola– y el obispo Fulton Sheen, que tuvo algunas incursiones en televisión, y a quien admiraba. Su padre abrió el camino, y  él, astuto, lo continuó.

Subibaja

“Ya sea para agasajarme o para masacrarme, por extraño que parezca, esta industria me necesita. Mantengo vivo el interés. Soy el que dice las verdades. El que marcha a un ritmo diferente en medio de toda esta mierda”. Estas son las palabras de un Sheen presumido y a la vez dolido.
Era marzo de 2011 y acababa de ser despedido de Two and a Half Men (una de las series gringas más vistas de los últimos tiempos, con una media de 13,4 millones de televidentes, en la que Sheen se interpretó a sí mismo) por pelearse con el productor Chuck Lorre. En la serie, Sheen era Charlie Harper, un soltero alcohólico que se da la gran vida. El papel, hecho a su medida, fue un boom. Tanto que llegó a facturar poco más de un millón de dólares por episodio. Cada temporada tuvo 22 episodios. Una camionada de millones. Aquella comedia que no despegó nunca más, con Ashton Kutcher bajo su sombra, fue el pico más alto (le valió dos Globos de Oro y cuatro nominaciones a los Premios Emmy)  de una carrera frenética e inestable como una montaña rusa.
El arranque fue prometedor. Lucas (1986) y su ansiado protagónico en Platoon (1986),  un drama sobre la Guerra de Vietnam, con nueve nominaciones al Óscar. También estuvo Wall Street (1987), donde fue un corredor de bolsa. Pero luego le sobrevino un bajón, con producciones de escaso éxito. Las drogas ya lo controlaban entonces. Su padre, ahora sí preocupado, lo internó, prácticamente a la fuerza. Sería uno de tantos intentos inútiles.

La vida sigue

Esta semana, después de que Sheen contara al mundo que es portador de VIH desde hace cuatro años, de que Jenny McCarthy, su ex compañera en Two and a Half Men, se escandalizara por su falta de sinceridad y mientras que el actor se centra en la batalla legal que se le viene encima, cada día aparecen nuevos testimonios de personas que aseguran haber tenido relaciones sexuales con el a lo largo de estos cuatro años que han pasado desde que él recibió el diagnóstico,  y según informaba la semana pasada el portal TMZ, ya eran más de seis las mujeres que se pusieron en contacto con un famoso abogado de Los Ángeles para denunciar a Sheen por malas intenciones, fraude y violencia sexual, diversas websites lanzaron  un venenoso juego: ¿en cuál de sus orgías se habrá contagiado? ¿Con cuál de sus cinco mil amantes? (Se le vinculó con una red de prostitución).
La oscuridad siempre gobernó sus relaciones. Aún se sospecha que le disparó en el brazo a Kelly Preston, una de sus novias. En 2010 permaneció un mes en un centro de rehabilitación por golpear a Brooke Mueller, su ex esposa.
Sin embargo, también hay luz en su humanidad. Sus fans dan fe de que nunca se ha negado a una foto o un autógrafo. En el 2012 abrió un bar en Los Cabos, un balneario mexicano. Las ganancias fueron para los locales y fundaciones de ayuda social.
Ahora que su fortuna empieza a hacerse polvo, que ha vendido dos de sus mansiones en Beverly Hills,  conviene escuchar lo que dijo hace tres años, tras digerir su salida de Two and a Half Men, sobre lo que quería hacer con su vida: “Quiero criar a mis cinco hijos, reclutar jugadores de béisbol, escribir poesía y viajar por el mundo”. Esa es su verdadera fe.
Un testigo de sus fiestas más salvajes ha publicado más detalles sobre los hábitos sexuales del actor

El  último en añadir más leña al fuego ha sido Sham Ibrahim, un travesti muy conocido en el mundo de la farándula hollywoodiense, quien ha compartido más detalles sobre las orgías y fiestas que Sheen organizaba en su casa y en hoteles de Los Ángeles.

“Charlie organizaba fiestas muy salvajes y pornográficas con hasta cincuenta personas y que duraban horas y horas. Siempre estaba listo para la fiesta”, asegura.

“Le gusta mucho todo tipo de fetiches y manías. Le encantan las chicas transexuales, los dildos, el sadomasoquismo, el cuero y todo lo que eso pueda incluir”.

Ibrahim insiste en que el actor no es gay, ya que cuando se le acercaban hombres en las fiestas “él les rechazaba amablemente”.

En estas fiestas, dice Ibrahim, a Charlie le gustaba rodearse de hombres atractivos que disfrutaran con el mismo tipo de entretenimiento sexual que él. Tanto es así que llevaba tiempo intentando convencer a un conocido productor de cine porno de que se trasladara a vivir con él.

 

Redacción
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