Los secretos de Calakmul

Especiales, Lunes 14 mayo, 2012 a las 4:50 pm

El friso es uno de los hallazgos más importantes que hay en el sitio.

Efraín Durán y Wilmer Delgado

eduran@multimedioscampeche.com

Aunque el trabajo arqueológico en Calakmul lleva muchos años, el fri­so monumental que ya se entiende como uno de los más importantes atractivos de esa zona arqueológica de Campeche fue descubierto ape­nas hace poco más de una década.

Pese a las expectativas que han surgido, sobre todo en el sector tu­rístico a partir del programa Mun­do Maya 2012, el Instituto Nacio­nal de Antropología e Historia de Campeche ha sido claro y con­tundente: al menos este año está descartada su apertura.

El arqueólogo responsable del proyecto, Ramón Carrasco Vargas, en entrevista con EL EXPRESO, sin embargo, reve­ló algunos de los secretos me­jor guardados de este sitio.

El descubrimiento se dio a partir de una serie de ex­ploraciones que tenían la fi­nalidad de entender el pro­ceso histórico de las edificaciones prehispánicas, específicamente la temporalidad.

El edificio que mejor se prestaba para realizar el sondeo era la Estruc­tura II, tanto por sus dimensiones co­mo por sus características: ya que es el monumento más grande de Calakmul, está en el centro de la ciudad maya.

Para conocer exactamente cómo estaba compuesto el edificio, en la par­te central se abrió un túnel de sondeo mediante el cual fueron descubriendo una época tras otra: fue así como die­ron con el friso monumental en 1998.

El friso es uno de los más grandes que se conocen de la época temprana de los mayas. Mide 20 metros de largo por tres metros de altura; además, está precedido por dos enormes mascaro­nes que miden cuatro metros de altura por cinco de ancho. Según las investi­gaciones, fue creado entre el año 300 y el 400 antes de nuestra era.

Pero lo más impresionante, como si el arte maya no fue de por sí extraordi­nario, es su significado:

En un plano abstracto, la Esctruc­tura II se ubica en un umbral entre el cielo y el Xibalbá. En su forma y dise­ño, fue concebida como una montaña al centro de la cual se localizaba el ac­ceso a la cueva, o más propiamente, el pasadizo que permite el tránsito hacia un espacio donde se reproducen los rituales de regiones dominadas por la muerte y renacimiento.

En la cosmología maya, las cuevas que había en las faldas de los cerros se identificaban como las entradas a Xibalbá, la asociación de la pirámide con la montaña, y a las entradas de los templos como la boca de la cueva, ri­tualmente conformaban el escenario donde se practicaban los ritos para la comunicación con lo sobrenatural.

En otras palabras, representaría el paso del nivel profano al espacio sa­grado donde el gobernante se pone en contacto con los ancestros y fuerzas sobrenaturales que lo legitiman.

Al centro de la estructura, prece­dido por una escalinata enmarcada por grandes mascarones zoomorfos, se encuentra un ancho portal que da acceso al pasadizo con su bóveda cur­va, que simula el interior de una cue­va o galería por la que se ingresa a las regiones de los ‘Señores de la Noche’.

Antes de traspasar el umbral de la cueva, el gobernante debía ascender por una escalinata central flanqueada por imponentes mascarones de estuco que representan a las fuerzas primige­nias del cosmos: uno al sol naciente y otro cuando inicia su descenso.

En el friso que enmarca el portal despliega como preámbulo una ico­nografía que alude al mundo sobrena­tural del interior de la montaña.

La lectura iconográfica de esta sec­ción y su asociación con los rituales de

renovación se completa con las imáge­nes que decoran la porción central del basamento. En el conjunto imágenes y diseños del friso se aprecian elemen­tos que definen el carácter del mensa­je plasmado en él.

Limitando el segmento superior del friso, se desarrolla a todo lo largo del diseño una banda con símbolos asociados a la tierra, que en este caso específico alude a la porción inferior del cosmos maya.

En la porción central se abre la bo­ca del monstruo terrestre limitada por fauces serpentinas. Los extremos del friso están rematados por orejeras.

Destacan en la porción central el diseño de un personaje antropomorfo, sus extremidades, modeladas en for­ma naturalista, llevan en la muñeca y tobillos una cinta anudada seguida por bandas entrelazadas que representan el símbolo de la estera pop, signo aso­ciado a la realeza y al poder. Esto lleva a asociar al friso con actos relaciona­dos con el poder real, ya sea de ascen­so y/o muerte del gobernante.

Otras cintas anudadas forman par­te de la decoración de las ore­jeras tanto del personaje cen­tral como de las aves que lo enmarcan.

Se pueden apreciar re­presentaciones zoomorfas de aves y mascarón de per­fil del monstruo de la tie­rra. Las aves tienen las alas extendidas con los picos abiertos de donde salen dos figuras antropomorfas entre jaguar y ser huma­no. También hay elemen­tos de serpiente, pero el cuerpo mismo de todo el personaje es humano y la postura que tiene es la de gatear, lo que expresa que está ga­teando para entrar en una cueva, aunque hay otras interpretaciones.

Se puede inferir que la alegoría desplegada en el friso ha­ce referencia a las entidades del in­framundo y los rituales asociados a ellas.

 

Extraordinario sitio prehispánico

El descubrimiento de esta impo­nente zona arqueológica se debe a Cyrus Lundell, quien guiado por un trabajador chiclero llegó al sitio el 29 de diciembre de 1931. El núcleo principal de los vestigios prehispánicos se localiza sobre un domo natural de aproximadamente 25 km2 rodeado de aguadas y cana­les hechos por el hombre para alma­cenar agua, aprovechando que las partes bajas se inundaban fácilmente durante las temporadas de lluvia; sin embargo, dentro de un área de 72 km2 he han encontrado aproximada­mente 7 mil 200 elementos culturales que van desde altares hasta edificios monumentales. Abarca desde el período Preclási­co hasta el Clásico Terminal, es decir, desde los años 700 a.C. hasta el 1000 d.C., aunque se tienen evidencias de peregrinaciones hacia 1500-1590 d.C., o sea que participó en el desa­rrollo histórico del área maya durante 2 mil 400 años aproximadamente. Durante los siglos VI y VII de nuestra era, Calakmul tuvo una pre­ponderancia en la vida sociopolítica del área y sus clases dirigentes juga­ron un papel importante en la política del área maya central.