Crisis internas destrozan al PAN

A Fondo, Lunes 9 julio, 2012 a las 4:08 pm

Vladimir de la Torre

redaccion@multimedioscampeche.com

El Partido Acción Nacional, desde su creación, si algún signo tuvo de fuerte institucionalización fue su crecimien­to electora. desde el 1983 al 2000 su crecimiento fue exponencial.

Pocos partidos políticos en el mundo lograron en poco tiempo concretar su ascenso político. Des­de que el PAN ganó la primera di­putación local, hasta que logró con­quistar la Presidencia de México sólo transcurrieron 17 años. En el intervalo, ganó alcaldías, diputacio­nes federales, puestos en el Senado y estados. El proceso electoral de Chi­huahua, en 1986, dividió la historia electoral del país en dos partes. Las opciones para el PAN, como un op­ción real, quedaban materializadas.

Más tarde, la derrota en las urnas a finales de los 90´s, volvió a exigirle al partido que planteara su capaci­dad de organización.

En las elecciones federales in­termedias de 1997 el PAN obtuvo el 26% del Congreso federal; el PRI se alzó con el 47%; y el PRD con el 24% de la votación. En Campeche, el candidato panista a la gubernatu­ra, Miguel Ángel Montejo, sólo ob­tenía 6 mil votos de los más de 200 mil que fueron contados. La alcaldía de Campeche fue disputada entre el panista Nelson Gallardo y el priísta Víctor Méndez.

La elección de 1997 marcó en Campeche el inicio de la diferencia­ción electoral y cambió radicalmen­te la manera en que el electorado manifestaba su voto. Mientras que el estado era debatido entre el PRD y el PRI, la capital campechana era la discordia entre el PAN y el PRI.

El crecimiento del PAN fue emi­nente con la llegada de Vicente Fox a Los Pinos. No sólo en México, en Campeche una nueva generación de jóvenes panistas enfrentaban a lo más rancio y anclado del priís­mo campechano. En el 2000 el PAN logró la alcaldía de Carmen y otros dos municipios del interior del es­tado, logró sentar a varios diputa­dos locales en el Congreso, y el pri­mer panista llegaba al Senado de la República.

Su crecimiento fue exponencial. En las elecciones intermedias del 2003, los votantes a favor del PAN crecieron en Campeche unas 16 ve­ces, de 6 mil votos contaron a su fa­vor 97 mil con la candidatura del pa­nista carmelita Juan Carlos del Río. Ganaron en 6 municipios, impusie­ron récord de diputados en el Con­greso local y sacudieron, como nun­ca antes, el añejo voto priísta.

Ese año, 330 votos de cada urna electoral del estado, en promedio, fue contabilizado a Acción Nacio­nal. El PRI en promedio recibió 336 por cada casilla.

La elección del 2003 pasó a la his­toria como la contienda más reñida que ha tenido la vida electoral de Campeche. Para entonces, Vicente Fox ya había colocado a panistas en las más de 70 delegaciones federales del estado, y que en los primeros dos años de su sexenio no había logrado remover completamente, sobre to­do en estados gobernador por el PRI.

Cientos de jóvenes, esperanzados en la gran oportunidad de la oposi­ción, trabajaron junto a Juan Cami­lo Mouriño, quien pese a perder la elección de alcalde, se convirtió en el líder moral de ese partido.

Pero lo que el PAN había logrado en las urnas, pocos meses después se empezó a perder. Las divisiones al interior del PAN empezaron a ser proporcionales a los votos ganados en las urnas.

Su ‘carta fuerte’, que arrancó bien la administración municipal con programas novedosos como el Miércoles Ciudadano, terminó ‘desinflado’ por los errores y los pleitos entre grupos de poder.

La división panista entre los gru­pos Carmen y Campeche empeza­ron a cosechar enfrentamientos. Camino a la elección del 2006, la elección interna del candidato pa­nista a la presidencia catapultó a la opinión pública las diferencias pa­nistas. Grabaciones, audios, trai­ciones y descalificaciones eran el común denominador entre los que apoyaban a Felipe Calderón, en Campeche, y los que lo hacían en Carmen a favor de Santiago Creel. Esta elección interna fue la prime­ra prueba no superada por la cúpula panista. Las diferencias entre los dos grupos no fue superada hasta hace apenas un par de años.

Para el panismo local, la figura de Juan Camilo Mouriño, sentado al la­do de Calderón en Los Pinos, era un síntoma de crecimiento inmediato. En la elección del 2006, el PAN en Campeche había obtenido ya impor­tantes derrotas en las urnas locales. Calderón no sólo perdió en Campe­che, sino que su partido había per­dido tres municipios en los que go­bernaba e importantes puestos en el Congreso local.

La elección intermedia del 2006 fue la primera advertencia al panis­mo de que las confrontaciones po­dían llevar al partido a la derrota electoral en el estado. Los panistas no aprendieron la lección, divididos en cuantos grupos fueran posible, cada uno fue en busca de refrendar sus intereses partidistas y se olvida­ron de buscar la unidad necesaria. La muerte de Juan Camilo Mouriño en el 2008 dejó dividido en pedazos el partido y cada grupo decidió escalar por el poder del partido en el estado.

La postulación de Mario Ávila en el 2009 no estuvo exenta de incon­formidades, mientras que los menos lo veían como el candidato idóneo, otros lo vieron como una imposi­ción: Ávila no recibió el apoyo del panismo carmelita que quedó am­putado cuando se le negó a Enrique Iván González la postulación a la al­caldía de la Isla.

Desde el Congreso local, y con buenos resultados en su gestión, saltó Carlos Ernesto Rosado Ruelas en busca de su candidatura. Las elec­ciones del 2009 fueron inéditas para la vida política del estado: el candi­dato del PRD, Francisco Brown, de­clinó a favor del candidato panista; el PRI recuperó la alcaldía de Carmen; el PAN ganó la capital del Estado; y los candidatos a la gubernatura Ávi­la Lizarraga y Fernando Ortega, lo­gran una votación histórica para su partido. No es posible aún determi­nar cuántos de los votos que se ad­judicaron a Acción Nacional fueron de simpatizantes del PRD.

La geografía política del esta­do volvió a cambiar, el PAN ganaba también cinco municipios del esta­do y lograba por votación sentar a diputados locales y federales por la vía plurinominal.

La derrota de Mario Ávila en las urnas desdibujó aún más la vida po­lítica al interior del PAN. Los dele­gados federales empezaron, como nunca antes, a alejarse del partido y empezaron a detectar que su perma­nencia estaba en peligro. Se acerca­ban las elecciones federales del 2012 y los resultados en otros estados da­ban por hecho de que para mantener la Presidencia de la República se ne­cesitaba más de un milagro.

La vida activa de muchos mili­tantes panistas volvió a su rutina, el PAN fue perdiendo capacidad de convocatoria y sólo la figura del en­tonces alcalde de Campeche, Rosa­do Ruelas, mantenía a un respirador artificial el futuro del partido.

Pero una vez más, las elecciones internas para elegir candidatos a la Presidencia y para postular candida­tos a todos los cargos, se volvió una batalla campal en seis elecciones in­ternas en las que el PAN quedó des­gastado, y a lo que se sumó la renun­cia de Rosado Ruelas a la alcaldía de Campeche.

Sin alianzas, sin unidad, sin es­tructura y sin capacidad de llegar a acuerdos, el PAN sufrió en las elec­ciones del 2012 la más grande derrota desde 1997.

En perspectiva, el liderazgo local del PAN envejeció, no se rodeó de elementos que pudieran oxigenarlo ideológica ni organizativamente, y pagó el resultados en las urnas.

Solo 120 votos en promedio en cada urna fueron para su partido. La fuerza democrática que lo llevó al poder, fue la misma que lo derro­tó. Ningún partido dividido podía llegar más lejos, la democracia só­lo es efectiva si se sabe qué hacer con ella. Pueden superar el reto, pero es enorme.

  • Jorge Alberto Nordhausen

    Ninguna victoria o derrota es permanente. El PAN volverá y con mas fuerza que en el 2003. Al tiempo.