
Se acabó el Mundial. No sé Ud. pero yo me quedé con una sensación de vacío. Casi todos los días eran de preparación cabalística, de criticar el arbitraje, de comentar en la oficina o en las redes sociales impresiones sobre los partidos, de debates, que llevaban horas. El Mundial generó una rutina, pero ahora la vida post Copa del Mundo sigue con vicisitudes y alegrías. Sin embargo, los ciclos hay que cerrarlos. La saga que comenzó con “Detrás de las banderas del Mundial”, que siguió con la ya célebre e incorporada frase “No era penal”, no puede quedar así sin una reflexión final.
Alemania, el campeón: 14 años de método para alcanzar el resultado. El proceso comienza en el 2000 cuando le dan la sede del Mundial en el 2006. Abandonan la táctica de jugadores grandotes, comienzan a jugar por el piso, cuidando la pelota con futbolistas de buen pie. La clave, como bien lo resaltó Gustavo Vázquez, que prefiere autodefinirse como el papá de Franco, es que esto lo hicieron todo los equipos de la Bundesliga – desde inferiores a primera división. En un inicio Klinsmann dirigió a la selección y Löw era su ayudante. Después del Mundial, Löw quedó al frente. Joachim “Jogi” Löw, actual director técnico de la selección germana, mantuvo la estrategia, y siguió observando el tipo de juego de equipos como el Barcelona. Incorporó todo muy bien. En el último partido parecía que los alemanes eran los únicos capaces de hacer el “jogo bonito” de los brasileños, que irónicamente tan europeizados y estandarizados, mostraron partidos chatos. “Jogo bonito” el de Alemania, sí, pero preparado. Alemania no dio patadas de salvataje en ningún partido. No puso veladoras para que sucediera un milagro. Sudó, sacrificó, construyó virtudes a partir de buenos hábitos. Destacó, entonces, sobre equipos con figuras icónicas. Aguantó el método, pero especialmente resistió las críticas incipientes al mismo. Se preocupó por la disciplina porque se alcanzaría el marcador deseado y levantó la Copa del Mundo. Alemania sobresalió especialmente sobre todo lo reprobable de la FIFA. Me dijo el nutriólogo Manuel Sosa Gantús, que los alemanes llegaron a Brasil mucho antes que otros equipos, que hicieron un campo de concentración aclimatado, una nutrición especial. “¿Cuándo escuchaste algo negativo de Alemania? ¿Cuándo los viste desvelándose o festejando como otras selecciones?”
¿Qué nos enojó del Mundial? Árbitros incapaces. Una FIFA que percibimos como sucia, tramposa, corrupta. ¿Acaso esto no nos enfurece en nuestra democracia? ¿No nos enoja que nos saquen tarjeta cuando es claro que no lo es? ¿Que nos cobren penales que no son? No es Robben lo que enoja. De todos modos, a Robben ya lo hicimos piñata. Sin embargo, la verdad es que lo que da coraje es la mafia, la falta de transparencia en el juego. Robben tiene colmillo, obviamente, y engañó a los árbitros, pero los referís, tienen la justicia del partido en sus manos. No le tocaba a Robben definirlo. Es uno de los mejores jugadores del mundo, y probó ser un excelente actor, al que quizá incluso le tocaba el Balón de Oro. Si no era él, por qué no a James Rodríguez. James jugó brillantemente. Hasta el propio Messi quedó desconcertado. Sabe lo que vale. No hacía falta un premio que pareciera consuelo.
Angela Merkel festejó el triunfo con la frente en alto. Merkel es canciller alemana, la responsable del gobierno de un país que es motor en Europa con un perfil ejemplar. En cambio, Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, no pudo aparecer en el Maracaná porque la iban a abuchear los mismos argentinos. Dilma Roussef, presidenta de Brasil, ahogada en su pan y circo. No se podía tapar la realidad de una favela, de los desplazados, de la pobreza y la necesidad con un balón de fútbol. Eso claramente enoja. En cambio, Alemania es un ejemplo de democracia dentro y fuera de su región.
¿Qué pasaría si en nuestra democracia tomáramos buenos ejemplos de salud institucional? Así como hicieron los alemanes que siguieron una buena estrategia y se inspiraron en el modelo de un club con un gran equipo. ¿Por qué no hacemos lo mismo? ¿Por qué no tomamos los casos de las democracias sustanciales exitosas? Aquellos ejemplos probados donde hay transparencia, rendición de cuentas, representación efectiva, desarrollo humano y justicia.
De este lado del continente, todo es para el último segundo. Nos dejamos estar. Llegamos tarde. Nos encomendamos a cada Santo.
Recuerdo el meme de Francisco I y Benedicto XVI rezando. ¿Ganaron los rezos de Ratzinger? No. La sociedad bien ordenada, sí. Así como un buen fútbol depende de los hombres que lo juegan, la justicia se define por quienes integran una comunidad, por cómo legislan, cómo procesan, cómo administran funciones de gobierno y justicia, cómo representan.
Ahora resulta que das una “mordida” a lo Luis Suárez y no pasa nada. Obviamente la sanción de FIFA no la creyó nadie porque fue simulación. Yo quiero Fair Play, no que me lo vendan en un eslogan como el de una campaña política. No quiero promesas incumplidas como “Juego Limpio” cuando lo que hay detrás es acarreo y poca representación. No quiero trampa, ni faltas. Quiero decisiones justas. Quiero comprender la Ley Telecom y otras. Quiero saber cómo gastan el dinero todos los partidos políticos. Quiero conocer los manejos de los sindicatos. Quiero una sana democracia. Esto, señoras y señores aficionados al deporte, es la lección del Mundial.