Analista político, conductor y productor en Telesur, y colaborador de EL EXPRESO desde su fundación. Estudió Comunicación en el Instituto de Ciencias Sociales de Mérida.
La delegada del INAH en Campeche, Lirio Suárez Améndola, pareciera estar decidida a matar el corredor comercial turístico en que se ha convertido la calle 59. Para la delegada del INAH no tiene importancia que Campeche esté urgido de empleo, de trabajo para la gente y que la necesidad de que operen los establecimientos en esa arteria favorece no sólo a los empresarios sino también el turismo.
Es entendible que en Campeche haya preocupación por el tema del Patrimonio de la Humanidad. La ciudad vaya que ha trabajado desde la visión de Eugenio Echeverría en los años 80 hasta la consolidación en 1999. La declaración de patrimonio no sólo debe protegerse y cuidarse sino consolidarse.
Sin embargo, el INAH parece trabajar contra ese patrimonio. Sus exageradas regulaciones están estrangulando no sólo a los negocios de la calle 59 sino a todos los que son propietarios y habitantes del Centro Histórico. A ratos, hace sentir que ser Patrimonio de la Humanidad es una condena de muerte para quienes están asentados en esa zona privilegiada de la capital campechana.
Casonas que se dejan perder porque las normas para su mantenimiento o rescate hace casi imposible librarlas del abandono cuando, hay que decirlo, las nuevas edificaciones que le devuelven edificios de primera calidad y que visten enormemente la zona, se edificaron con todas las facilidades. Es como si en Campeche no se entendiera que el gobierno trabaja para la gente y lo que hace el gobierno no lo puede hacer el particular. La ley debe de servir a la población no lesionarla.
¿Por qué se permitió, por ejemplo, reconstruir los nuevos edificios de la biblioteca y la aduana con estructuras metálicas y bloques cuando a los dueños de las casas aún en pie les impiden reconstruir con esos mismos materiales y se les condena a técnicas artesanales excesivamente caras? La ley del embudo.
La actividad económica que ha logrado la calle 59 no sólo oxigena al Centro Histórico sino que resulta indispensable para la vida nocturna de esa demarcación y genera empleos e inversión. ¿Cómo lograr que Campeche tenga espacios como los de León, Polanco, la noche blanca de Mérida u otros sitios icónicos del mundo en los que el patrimonio no sólo sirve para darle mejor vida a la gente sino también darle vida a una ciudad que, hay que decirlo, tiene zonas que parecen morir desde las 6 de la tarde?
En el Centro Histórico viven familias que también tienen opinión y que deberían ser privilegiados por vivir ahí y recibir el beneficio del usufructo de sus calles. No podemos seguir viviendo en la hipocresía de no aplicar o medio aplicar leyes que han sido rebasadas como la de venta de alcohol en la vía pública. ¿No es mejor tener comensales alrededor de una mesa, rodeado de policías que hacen rondines y pueden prevenir un percance, del criterio de un mesero que decide ya no servirle a un alcoholizado? Es preferible a los que deambulan en sus autos tomando, a los que buscan el clandestino para tomar en la vía pública sin que nadie ponga orden. Hay un enfoque erróneo, hipócrita de la norma: se le medio aplica, se le medio respeta, pero si entra la influencia política se voltea la cara.
Los ultimátum de la delegada del INAH no sólo no ayudan a resolver un problema sino que a ratos la evidencian como operadora de intereses no necesariamente del INAH y menos de todos los campechanos.
La declaración de Patrimonio debería servirle a todos, ser un motor de riqueza y desarrollo para todos, pero hoy ese beneficio no se extiende a los barrios y cuando llega a las colonias populares es sólo a través de los empleos en los establecimientos que deberían de ser prósperos gracias al nombramiento, pero esa oportunidad la quieren acabar.
En lugar de las restricciones, la delegada debería trabajar tomada de la mano del ayuntamiento, de los empresarios, de los vecinos y del gobierno local para encontrar la mejor vía para que la 59 se convierta en referente y sirva para detonar otras calles abandonadas del Centro Histórico. Que haya orden y homogeneidad, que todos tengan sus permisos, sus normas de seguridad y protección, y que pase a ser un motivador y no un restrictor anteponiendo el beneficio de todos. A nadie le sirve un Centro Histórico muy bien pintado pero muerto, sin vida.
PD Mucha retórica política –con razón-, pero poca propuesta en los desayunos del CCE a pesar de la exigencia empresarial. No se ve el cómo, sólo la queja y el regaño. Ojalá los candidatos mentaran menos madres y aportaran soluciones, no sólo generalidades.