—J. PABLO DELGADO BERMAN
Cuando Adda Solís finalizó su formación en la Licenciatura en Educación Preescolar, nunca imaginó que años más tarde terminaría organizando eventos sociales y mucho menos que se convertiría en una de las favoritas de la sociedad campechana.
Adda se involucró sin saberlo ha ce unos 14 años, cuando inició la relación de noviazgo con su actual esposo, Abraham Ganzo, de conocida familia restaurantera. Unos 7 años más tarde, por diversos motivos, su esposo empieza a hacerse cada vez más cargo de algunos de los negocios familiares, en lo que ella lo apoya des- de un principio, y hacienda cosas tan diversas como checar la caja e incluso atender a los comensales.
“Me caso y automáticamente los eventos lo ves tú, eran eventos de todo tipo”, comparte Adda mientras charla con este reportero en su oficina. “Fue muy curioso, porque Abraham nunca me dijo éntrale”, agrega.
A los 22 años, poco a poco inició su aprendizaje dentro del ramo. “Era algo difícil porque entro a un lugar donde había gente con mucho más tiempo, e independientemente que sea la esposa del dueño, te tienes que ganar el respeto”.
Para poder ganarse ese lugar, esta- ba consciente que tenía que predicar con el ejemplo. “No te puedes cansar tú… si quieres que la gente reaccione como te gustaría, tú tienes que echarle el doble de esfuerzo”, agrega.
Y además del esfuerzo ejemplar que es necesario mostrar, Adda prefiere trabajar en un ambiente de confianza en el que la gente que trabaja con ella en la organización, se sienta como en familia. “El resultado del evento no se puede sin la participación de todos”, comenta al respecto.
El paso de organizar eventos (co- midas principalmente)para los restaurantes Marganzo y Parroquia, a hacerlo ella sola le dio de forma natural, ya que cada vez era más el público que se acercaba y poco a poco comenzaron a cambiar las exigencias de quienes contrataban sus servicios.
“No te das cuenta y los vas haciendo; que si hace falta algo yo lo conseguía. Pero la gente no lo veía como un servicio, era como una pregunta de recomendación”, recuerda.
Lo que inició como recomendaciones, la llevaron a tomar el control de todos los detalles de los eventos que organizaba, manejando en cada uno de ellos alrededor de 30 pesonas, dependiendo la magnitud del evento.
Aunque lleva ya más de 3 años or- ganizando eventos, fue hace aproximadamente un año cuando Adda Solís decidió, gracias en parte a su esposo, lanzar su nombre de forma ofi- cial para la organización de eventos, labor que realiza con mucha pasión, ya que sí hay algo que ella disfruta, es hacer su trabajo.
Trabajar con sentimiento
Sin duda alguna Adda disfruta de su trabajo, aunque ello implique muchas veces una dósis de estrés y estar todo el día ocupada, lo cual tiene su recompensa, ya que ella termina satisfecha con los resultados.
De entre todos los eventos que Adda ha organizado, ella prefiere aquellos en los que hay sentimientos involucrados, ya sea en una boda, comunión ó 15 años.
“Disfruto todos, pero donde se involucran sentimientos más que nada, yo no dejo de sentir emoción por el primer baile de los novios, o en una despedida cuando dan palabras la suegra o la mamá de la novia; eso es lo que me mueve”, y agrega que pese a tener la oportunidad de ahorrarse todo ese esfuerzo y quedarse en casa con sus hijos, ella prefiere trabajar y hacer las cosas por sí misma.
Antes que nada, una madre.
“Amis hijos siempre les hago su pastel cuando cumplen años” comparte Adda, quien pese a las responsabilidades con las que cuenta, no se olvida de la más importante de ellas: estar con sus hijos.
“Me gusta el trabajo, me gusta sentirme útil, pero también tengo mis prioridades y son mis hijos”.
Adda comenta que se presen- tan ocasiones en la que los eventos se alargan, e incluso llega a su casa cuando ya están despertando sus hijos.
“Si llego cuando se están despertando pues les preparo su desayuno y hasta que esté listo pues me acuesto a descansar”.
Comenta que ahora sus hijos están más grandes, se ha podido involucrar más en su trabajo, e incluso, a veces recibe un poco de ayuda.
“El más grande de repente me ayuda a amarrar etiquetitas o a pe- gar y empacar; o va conmigo y le voy explicando lo que hacemos, para que se vaya empapando”.
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