En los días pasados, hemos comentado aquí la certeza que aportan la mayor parte de los nombramientos que el gobernador Fernando Ortega Bernés hizo, para iniciar la reestructuración de su gabinete. Sin embargo, mientras vemos a muchos campechanos desesperados por ser tomados en cuenta, otros, quienes ya están en el gabinete, pareciera que pretenden lograr que los corran o descarrilar al propio gobierno exhibiendo toda la clase de actitudes prepotentes, ofensivas, hasta mesiánicas y soberbias.
En lo personal, conozco al asesor jurídico del gobierno del Estado y debo confesarles que no me merece mucho respeto. Quisiera reconocer que tengo motivos personales para tenerle aversión al susodicho sobre todo porque conozco su prepotencia y soberbia y fui agredido por él al intentar entrevistarlo y por haberle preguntado a cuánto ascendía su fortuna personal, en momentos que se registraba para ser candidato a diputado federal en 1997, cuando era además el coordinador de la campaña de Layda Sansores Sanromán.
Sin embargo, ese incidente, que lo dejó sudoroso, sin lentes y sentado en una escalera tratando de dar explicaciones que no pudo, provocó una reacción en cadena de varias personas que, habiendo sido agredidos antes, nunca procedieron en su contra porque él fue presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Congreso del Estado, lo que lo hizo prácticamente intocable luego de haber sido obligado por el coronel Ortiz Ávila a lavar la Ría de San Francisco, luego de un bochornoso incidente más en su ya lejana juventud.
Debo reconocer en este espacio que me pareció excesivo otorgarle una medalla a un personaje de este nivel. No pretendo de ninguna manera quitarle un solo ápice de inteligencia y de capacidad. Reconozco y admito su capacidad intelectual y su trayectoria política pero al mismo tiempo también su falta de humildad, sus excesos en el desempeño público y la corrupción de la que se le ha acusado en los cargos que desempeñó.
Las historias sobre su paso por el Tribunal y el Congreso local señalan que, según documentos alguna vez a la vista del columnista, el jurista campechano usó sus cargos para soportar y solventar la nómina de su hotel con ambos presupuestos públicos, usó una relación personal también para ocultar una falsificación de documentos personales que evidenciaban con extraordinaria claridad no sólo el abuso de su cargo sino también la comisión de delitos que, hay que decirlo, no llegaron a concretarse en ese asunto personal tan delicado. El documento apareció en una caja fuerte de un juzgado local.
En los tiempos en que Campeche necesita y urge que los protagonismos queden atrás y el gobernador se esfuerza por dar un ejemplo de humildad y servicio, pareciera excesivo entregarle un reconocimiento a un funcionario que entorpece el manejo jurídico del Ejecutivo, un personaje oscuro vinculado con la prepotencia, el chantaje y la traición política que no sólo obstaculiza el sano desarrollo y desempeño de la entidad en lo jurídico sino que también se le cuestiona su capacidad y eficiencia en la atención al conflicto limítrofe con Quintana Roo.
La caricatura ejemplifica con excelsitud parte de lo que esta columna censura. Un coordinador jurídico que trata de abofetear a un procurador, ¿cuándo se había visto?
Uno de los principales errores que cometemos muchos seres humanos es creer que la gente de menor edad a nosotros nos debe de respetar por ser mayores, que se nos debe un espacio especial por tener una familia poderosa, influyente, pero que no tiene calidad moral aunque sí mucho dinero. Se confunde el temor con el respeto, el prestigio con la fama pública que muchas veces no es buena.
En lo personal, considero que la mayor parte de quienes nos dedicamos a alguna actividad pública debemos de ser muy cuidadosos de nuestros juicios porque, hay que decirlo, no somos gente impoluta, no somos motivo de ejemplo, no somos más que seres humanos idénticos a los demás aunque quizá tengamos el privilegio de ser escuchados.
Empero, cuando uno se dedica a servir a un gobierno, a un estado, el primer respeto se le debe al que nos dio la confianza, el segundo a los compañeros de trabajo, pero sobre todos ellos a los campechanos a los que se les debe dar resultados, sobre todo cuando se ha vivido de ellos toda la vida ya sea por trabajar para ellos o por vivir de su presupuesto, aún estando fuera de él. Humildad, ¡por favor! Haga el esfuerzo.
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