Marcha hacia el progreso

Especiales, Domingo 14 octubre, 2012 a las 10:45 am

Luis Ramos Justo

En 1940, el gobernador Héctor Pérez Martínez escribiría: “Todo tiene en Campeche un aire de inmutabilidad; las piedras y hombres. Junto al mar que se renueva a cada instante, Campeche es el gesto de la eternidad, lo inconmovible, lo imperecedero”. Se trataba de un sentir colectivo de la primera mitad del siglo XX pero que pronto estaría a punto de cambiar y, en su lugar, se enarbolaría el ideal discursivo del progreso con el proyecto gubernamental de ‘Campeche Nuevo’, en un intento exhaustivo por alcanzar la modernidad.

Fue durante la gestión de Alberto Trueba Urbina cuando en el anhelo de alcanzar la modernidad las acciones gubernativas se basaron en generar políticas públicas encaminadas al ensanchamiento de la ciudad mediante el relleno de terrenos ganado al mar, en donde se desarrollaría una ciudad nueva, diferente, con modernos edificios construidos en sintonía con la corriente arquitectónica en boga, una zona planeada también para cobijar hoteles,  potenciales futuros del turismo en la entidad.

“… el prestigio de nuestra urbe capital estaba empañado por grandes lustros de desaliento y de impotencia. Dormida frente a su mar de esmeralda al pie de las colinas, viviendo del recuerdo de perdidas opulencias, veía marchitarse sus  encantos y el comienzo de su decadencia irremisible.

Preservar mi vieja ciudad, sin negarle cabida al progreso, era para mí imprescindible. Para ello era preciso delinearle una nueva efigie al Campeche  Secular; el Campeche Nuevo, la ciudad naciente en los terrenos ganados al mar”, justificó Trueba Urbina durante su V Informe, en 1960.

De acuerdo con este ideal, la ciudad se había ensanchado en más de 250 mil metros cuadrados ganados al mar ubicados frente al primer cuadro de la ciudad, donde se observaría “la nueva ciudad a la altura y con la dignidad de las mejores”.

Asimismo, se dio importancia a la zona del Malecón, consolidándose el existente ‘sotavento’ que iba desde el cementerio de San Román al Baluarte de San Carlos y, posteriormente, su prolongación con el Malecón de Barlovento, ocupando el área del antiguo Mercado hasta el Ex Convento de San Francisco. (María E. Torres Pérez. Modernidad Arquitectónica;
El proyecto Campeche Nuevo. 2010). En nombre de la modernidad se construyeron nuevas arterias para facilitar las rutas de comunicación como la avenida ‘Adolfo Ruiz Cortínez’,

una vialidad de doble circulación en forma de semicírculo que rodeaba la nueva zona urbana, y la avenida ‘Adolfo López Mateos’. Del mismo modo, en aras del progreso, en 1959 inició la construcción de un moderno hotel ubicado en los terrenos ganados al mar, del cual Trueba Urbina en su VI Informe de Gobierno se referiría como “una atracción indubitable para el turismo nacional y extranjero que ya tienen la seguridad de encontrar [...] una amplia perspectiva marina”.

El régimen truebista vería las obras materiales del ‘Campeche Nuevo’ como una ventana a la modernidad, donde la ciudad adquiría nuevos matices y perfiles de la proyección de una urbe cosmopolita, la retórica gubernamental tuvo tal éxito que por todas partes de hacían pensamientos como el siguiente: ”Campeche viejo, Campeche antiguo, cuna de hombres ilustres: poco a poco, vemos como cambias, y a pesar de que conservas tus murallas y tus atardeceres de oro, te levantas, te agrandas y te conviertes en un Campeche nuevo: Tu cultura avanza, las ciencias y las artes se adelantan, y los Campechanos todos unimos nuestras voces en un canto: adelante con el Campeche nuevo”. (El Espíritu Público, Periódico Oficial del Gobierno del Estado. 8 de febrero de 1956).

Sin embargo, la obra iniciada por Trueba alcanzaría su cúspide con un nuevo mandatario en el poder, su nombre: José Ortiz Ávila. Como nuevo jefe de la magistratura estatal, se enfocó en dar consecución a la obra emprendida.

“Convencido de conducir a Campeche por la ruta del progreso, el polémico mandatario impulsó una política de transformación urbana… que derivó en el rompimiento de la armonía arquitectónica de sus edificios coloniales (Emilio  Rodríguez. El recinto legislativo de Campeche… 2012).

Con el propósito de lograr el adelanto material, el gobernante vio con buenos ojos la adopción de la arquitectura funcionalista puesta de moda en Latinoamérica por la ciudad de Brasilia e imitada por la capital del país; el nuevo estilo en las fachadas de los edificios administrativos sintetizó los ideales de la sociedad naciente, la cual se rebelaba ante el exceso  de ornamento de otras épocas y optaba por utilizar los nuevos materiales: cemento, vidrio y metal. En este afán, el mandatario ordenó la demolición del antiguo Palacio de Gobierno para dar paso a la construcción de una nueva sede del Poder que se ubicaría en el edificio llamado ‘Palacio de los Poderes’, edificado en 1962, el cual albergaría los tres niveles  de gobierno y se ubicaría fuera del corazón de la ciudad, entre los baluartes de San Carlos y la Soledad.

La magna obra contaría con un mirador, un helipuerto, estacionamientos subterráneos, espejos de agua y plaza cívica. Además de estas obras se construyeron: La Cámara de Diputados, rodeada de un espejo de agua; la Plaza de la Republica, que recreaba la fundación de Technotitlán con un águila devorando a una serpiente; la Fuente del Progreso, ejemplificando el avance en todos los niveles y direcciones; y el complejo Moch Cohuo, edificado en zona ganada al mar, asemejando un barco hundido del cual sobresalían las oficinas administrativas.

Como recompensa por respirar nuevos aires, los cambios obligados en la capital campechana no se hicieron esperar, tan sólo en un periodo de doce años el paisaje urbano experimentaba nuevos y modernos edificios construidos en terrenos donde jamás se pensó podía existir estructura alguna. El camino iniciado por Trueba Urbina daría sus frutos al mostrar la nueva cara de la ciudad, el ‘Campeche Nuevo’ cuyo legado aún permanecen de pie. En las obras ejecutadas se advierte una ruptura coyuntural en el devenir histórico, los cuales sin duda cambiaron el panorama físico de la urbe. Un próximo proceso casi similar se gestaría en la última década del siglo XX, el cual dinamizó el porvenir turístico de la entidad: el Malecón… pero esa, esa es otra historia.