Francisco López Vargas
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Francisco López Vargas

Unanimidad sospechosa

Voces, Viernes 25 mayo, 2012 a las 9:00 am

Hace muchos años, en sus tiempos de gobernador de Yucatán, le decía Víctor Cervera al reportero de la fuente: la unanimidad es sospechosa, Paco. Cuando todos juntos salen a decir lo mismo, no lo creas a pie jun­tillas. Algo hay detrás…

Y sí, algo hay detrás cuando nos salen a vender que Enrique Peña Nieto ya ganó, que todas las encuestas lo dicen, que todos los analistas lo avalan, pero sale en una foto en todos los diarios con Manuel Espino y Jorge Nordhausen. Es probable que en el DF no conozcan a Jorge, pero bien que saben, como nosotros, quién es Manuel y eso que no hemos tenido que vivir con él.

Un candidato “ganador” tendría que sentarse a pensar con detalle qué le sirve y qué le perjudica. Está claro que Peña ha evitado en lo posible que se le vea con Rubén Moreira, al menos desde el escándalo que lo va a poner en barandilla, por lo menos como testigo; con Mario Marín o Ulises Ruiz, y hasta con Fidel Herrera o Jorge Hank Rhon. Bueno, ni siquiera se le ha visto con su hermano Carlos, el menos señalado de la familia del profesor Hank González.

La verdad es que resulta demasiado sospechoso que todos digan lo mismo, que todas las encuestas tengan las mismas cifras, que las que disienten sean agredidas hasta por comunicadores famosos, en otros tiempos, por ser combativos, por ser incómodos. Resulta sospechoso.

Cuando entonces uno oye a diario, en todos lados, lee en todos los medios, escucha en todos los noticiarios, ve en la televisión que Peña ya ganó, pues hay que sentarse a pensar qué razón tiene, entonces, aparecer en la foto con Víctor Hugo Círigo, líder perredista capitalino que, por lo que se ve, nada le aporta al PRI y vaya que lo necesita Beatriz Paredes en el DF; cuando se ve a René Arce, otro de los “sólidos” liderazgos de la izquierda capitalina; y de repente te topas con Manuel Espino, el ala extrema de la derecha panista, uno de los más representativos del vili­pendiado Yunque, ultraconservador.

Sentado con Ciro Gómez Leyva en Milenio TV, Manuel aparece con Jorge Nordhausen González, cuya actuación deja muy claro la clase de político que es. En Campeche, sabemos que Jorge es, por decir lo más sua­ve, un mal agradecido que mordió la mano que lo llevó al PAN, que le armó una campaña en contra a quien le dio cobijo y después, con lujo de saña, se dedicó al denuedo y a la afrenta contra el partido que lo hizo senador, dirigente y demás, siendo antes un perfecto descono­cido. De su calidad habla su dicho, pero sobre todo sus actos.

Al PRI se le entiende cuando tiene que cubrirse de la acción pe­nal contra Tomás Yarrington, el ex gobernador tamaulipeco protegido

por sus sucesores y señalado, desde hace muchos años, de los delitos que hoy lo acusa el gobierno estadouni­dense: colusión con el narco, lavado de dinero, por decir, los que hoy se se­ñalan, pero que también se atribuyen, al menos entre la gente, a Manuel Ca­vazos Lerma y a Eugenio Hernández.

La campaña ha podido evadir la contaminación de los gobernado­res señalados, más el homicidio del candidato Rodolfo Torre Cantú que no tiene visos de solución siendo su propio hermano, Egidio, hoy el titu­lar del Ejecutivo y que no se le ve muy entusiasta en la investigación.

Lo que se ve en Tamaulipas se ha replicado en Nuevo León, Vera­cruz, Sinaloa, Chihuahua, Durango, Tabasco, Quintana Roo, Michoacán y Guerrero, la mayor parte de ellos gobernados por el PRI y cuyas ad­ministraciones parecieran no actuar contra el secuestro o el homicidio, delitos del fuero común.

Los temas que el PRI ha evadido con éxito en esta campaña, también por la falta de argumentación de la oposición, se suman al cuidadoso manejo que le hemos visto a la pu­blicidad del candidato tricolor; la impecable producción de sus spots de radio y teve que se suman a la promoción televisiva que tanto ha provocado y generado protesta en­tre los jóvenes.

Empezando en primer lugar, ava­sallando en las encuestas, cubriendo casi en exclusiva para él los análisis periodísticos, se antoja preguntar: ¿qué gana Peña llevando con él a Es­pino o a Nordhausen?, ¿nadie le dijo lo que se opina de ellos en la calle?, ¿sólo pensaron en el golpe mediáti­co que tampoco ha sido favorable?

Toda unanimidad es sospechosa, queda claro: ¿si ya se ganó, si sólo se tiene que administrar la ventaja, si sólo hay que dejar pasar los días, entonces, para qué juntarse con personajes tan execrables como los propios priistas a los que les han da­do la vuelta?

Nada está escrito aún, aunque digan lo contrario.