En estos momentos, la ciudadanía se encuentra decepcionada por sus instituciones públicas. Escuchamos un discurso que empieza con un “estamos trabajando fuertemente” pero no vemos ni el esfuerzo ni el trabajo, todo se queda en palabras bonitas, en palabras de aliento y esperanza de que todo habrá de mejorar. No obstante, la esperanza transita en un delgado cable sobre la desesperanza y la desconfianza… y por momentos, el cable se adelgaza más.
Cada vez que vemos que aparece una camioneta, una propiedad o un negocio que casualmente termina estando a nombre de algún familiar o conocido de algún funcionario y del cual por mucho que le demos vueltas, no entendemos como le hizo, nuestra esperanza sufre un duro golpe y tambalea. Cada vez que nos enteramos que un servidor público tiene sus esperanzas puestas en algún prospecto de candidato y que ya se encuentra haciendo campaña anticipada, nuestra esperanza cierra los ojos y camina sobre ese delgado cable confiando en que el siguiente paso asiente firme y no nos precipitemos al vacío.
Y mientras algunos autoproclamados defensores de todo lo justo se dedican a lesionar a los que dicen defender bajo el argumento de que no sabemos lo que queremos porque nos han lavado el cerebro, el cable se mece y los contrarios dejan que nos columpiemos sin meter las manos para detenernos.
No tenemos ni sentido de la orientación, nos llaman voces de la derecha, de la izquierda, del centro. Nos gritan instrucciones contrarias, nos jalonean de un lado y del otro, si nos movemos hacia un lado somos anarquistas, si lo hacemos hacia el otro somos vendidos y engañados. Y nosotros solo queremos avanzar, queremos tierra firme bajo nuestros pies, queremos un horizonte definido, queremos caminar con la cabeza en alto y no con la mirada en un cada vez mas fino cable sobre un cada vez mas profundo abismo.
Nosotros ciudadanos que no portamos el rojo, el azul, el amarillo, el verde, el naranja. Nosotros ciudadanos que no compartimos ideología partidista porque todavía creemos que México nos engloba a todos y es para México para lo que deberían trabajar los partidos aportando diferentes puntos de vista que se sumen a una gran objetivo en común. Nosotros ciudadanos que estamos en la inmovilidad porque nuestros representantes entre la cacofonía de ideologías y colores se les olvida que nos representan. Nosotros ciudadanos que callamos porque quienes deberían aportar dirección solo se gritan entre ellos, se insultan, se sobajan, se meten el pie, se hacen trampas, se tienden cuatros, se duermen, juegan y peor aún, nos cobran por hacerlo y nos cobran muy bien.
Nosotros ciudadanos que ya nos está dejando de importar el cable y que empezamos a pensar que quizá en el fondo del abismo encontremos un lecho agradable vemos como con cada transa, con cada acto de prepotencia, con cada acuerdo en lo oscuro, con cada muestra de desinterés por nuestro interés nuestro delgado y bamboleante cable se vuelve de cristal, de un quebradizo cristal que con cada paso que damos cruje y resuena en nuestros oídos y nos infecta como sociedad. Nos convertimos en seres de frágil cristal caminando sobre un abismo lleno de afiladas puntas de desconfianza y desesperanza, seres de cristal caminando sobre un aún mas frágil cable de cristal.
Mientras, nuestros “líderes” empañan su propia caja de cristal para que nosotros no sepamos que hacen, con quien se ven, cuales son sus acuerdos, sus compromisos, sus negocios, su verdad.
Y en este absurdo y quebradizo momento en que estamos, se les olvida que si caemos y nos rompemos en mil pedazos, nunca llegaremos a convertirnos en lo que deseamos ser… seremos una planicie de cristales rotos en un lugar donde pudo erigirse una alta y solida torre que rozara las nubes.