Cecilia Liotti
Columna Invitada
Cecilia Liotti
Master of Arts en Ciencia Política por McGill University. Politóloga por la Universidad de Buenos Aires. Profesora Investigadora y Analista Política.
@CeciliaLiotti

Vigilar y castigar

Voces, Domingo 27 octubre, 2013 a las 12:33 pm

La noticia de esta semana que trascendió los traspatios diplomáticos internacionales fue el presunto espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA) en casi todos los países del planeta tierra. México, Alemania y Brasil no fueron la excepción y algunos jefes de estado, como Dilma Rousseff, mandataria del país carioca, suspendió una gira con mucha indignación. Angela Merkel, canciller alemana, expresó su repudio, y los mexicanos, o la diplomacia mexicana, eligió la prudencia: investigar.

El espionaje no es nuevo. Ahora se difunde que EUA lo realizó cuando Peña Nieto era candidato a la presidencia de nuestro país. Ni entonces, ni ahora, hubo reclamo, simplemente diálogo, quizá porque México tendría más para perder siendo fundamental mantener relaciones estrechas con nuestro principal socio comercial. Sin embargo, el espionaje va más atrás. Al anterior presidente, Felipe Calderón Hinojosa y a su gabinete, también lo espiaron y probablemente a otros.

La situación, sin embargo, se agravó cuando se dio a conocer que la NSA había intervenido a aproximadamente 35 teléfonos de distintos líderes del mundo, pero la Casa Blanca desmintió las versiones especialmente la de Francia, país que igualmente ha tomado el hecho con mucha seriedad.

Como bien dijo Pascal Beltrán del Río en su columna de opinión del Excélsior del viernes, el tema no es que las agencias de inteligencias espíen. Eso no sorprende a nadie. Para eso están y a eso se dedican. Lo poco ético es que el espionaje estadounidense opera en completa laxitud y amplitud mientras que el discurso de Washington evocando al derecho internacional, lo viola cuando le conviene.

¿Dónde quedaron las Naciones Unidas, el derecho internacional y la diplomacia? Por supuesto, que muy por debajo de la mirada de los Estados Unidos que se filtra hasta los celulares de primeros mandatarios.

Nunca se espía por buenas razones y todos lo hacemos en mayor o menor medida. Por metidos, envidia, recelo, chisme o desconfianza. Sea la razón que sea, todo el día hacemos espionaje: en las redes sociales, en los cafés, en los desayunos, en las oficinas, donde sea. En las relaciones internacionales sucede lo mismo, pero agudizado.

En la relación entre países sean aliados comerciales o enemigos acérrimos, el espionaje ahí está. El problema, como bien lo definió Pascal Beltrán del Río, es cuando se realiza fuera del respeto al derecho internacional, con hipocresía y cinismo.

Los países se espían por las mismas razones que miramos al vecino cuando no se da cuenta. Para que no sean más que uno, para saber qué se trae, para estar prevenidos para la ofensiva, para evitar que el otro de un primer golpe. En la lógica de las relaciones internacionales prima la misma racionalidad que en la individual.

La cuestión es que como en la prisión panóptica de Foucault, la que todo lo ve,  o en el Gran Hermano donde las cámaras están encendidas todo el tiempo, el espionaje impone una conducta o modo de intervención, que no es de violencia aplicada directamente, sino una sutil forma de vigilar y castigar cuando alguien se sale de las formas esperadas. En otras palabras, de estar preparados para el ataque en caso de que alguien se salga de las conductas rutinarias que pudieran amenazar nuestra existencia o potencia.

Esto no es nada nuevo y tampoco será algo viejo. Estados Unidos se ha caracterizado por desconfiar de todos y querer tener el control de la información de otros países para estar un paso delante de los demás. Si bien ahora es noticia mundial, EUA seguirá con sus prácticas de inteligencia – vigilando y castigando- a los líderes o países que sean de su interés. Quizá de forma más discreta aunque es algo intrínseco a las relaciones internacionales, punto que Vladímir Putin, presidente de Rusia, captó tan bien cuando asiló al joven Snowden (quien fuera analista de la NSA). La información tiene un precio y vaya que lo tiene. Veamos a WikiLeaks y sin ir tan lejos recordemos a los periódicos mexicanos como Reforma que en junio de este año trascendieron la noticia de la supuesta venta del padrón del IFE y bases de datos de algunos bancos a agencias o sujetos que desconocemos. Publicó Reforma ¨Por sólo 4 mil pesos, cualquier persona puede tener en sus manos el padrón electoral del IFE y los números de cuenta y datos personales de millones de clientes de instituciones bancarias¨.

Vigilar y castigar, sí, pero ni en el sentido de Foucault – aunque su análisis de las sociedades disciplinarias es sublime, tampoco en la forma del espionaje. Vigilar y castigar a quienes violan derechos individuales o internacionales. Esa debería ser la respuesta internacional a la intromisión sobre la soberanía propia y la ajena.