Vale la pena hacer un pequeño recuento de lo que está pasando en este diciembre de 2013.
Mientras tirios y troyanos festejan o se lamentan la mal llamada “privatización” del petróleo, Layda Sansores es el personaje que más ganó en la discusión. Su soez comentario, revestido del texto de un literato Nobel de 1998, la expuso en su calidad, pero le ganó en popularidad sin que la mentada de madre haya servido más que para repetirla ad infinitum, como lo merece esa clase política por lo que es en conjunto, no sólo en lo particular, y de la que ella es y ha sido parte.
El cartón de Calderón en Reforma no pudo ser más elocuente: medio espacio es ella recordándoles a su madre -a los políticos-, y la otra todos recordándole a ella a su padre, que tuvo también sus negocios con gasolineras y ese petróleo que ella y su familia han usufructuado, nunca para beneficio de los mexicanos.
Por desgracia, Layda lleva a cuestas el peso de sus propias indecisiones y cambios constantes y el recuerdo de un político caciquil que no sólo dañó a Campeche en lo general, sino que su paso por la vida política tuvo mucho de atrabiliaria y corrupta. El tiempo pone siempre a cada quien en su lugar y justa dimensión.
El otro tema que ya toma relevancia, en particular para la ciudad capital, es que cinco de los regidores priistas, los mismos de la asonada del año pasado, se reúnen, según publicó este medio, dizque para discutir cómo apoyará a Ana Martha Escalante en su petición de 500 millones de pesos para direccionarlos a pavimentación y calles, la urgencia más sentida de los capitalinos.
La reunión, que no tiene por qué ser secreta ni por qué descalificarse o llamar la atención, pareciera que no sólo sirvió para definir cómo empujar la petición. Lo grave, comentado entre los cercanos a los mismos, es que pareciera que, otra vez, los mismos regidores del asalto frustrado del año pasado le están poniendo precio a su participación y más precio a su autorización.
Es como ver el naufragio y no rezar, pero la verdadera intención de los regidores, afiliados a un proyecto político no sólo entendible sino encomiable, pareciera que no tienen la visión y menos la vocación de servir a los campechanos que eligió la fórmula que encabezó Ana Martha.
En una Comuna saqueada, con pocas posibilidades de apoyo estatal por la escasez de recursos, los regidores le apuestan a servirse de los recursos para sus apetitos personales ya sea políticos o privados, pero no a resolverle a la ciudadanía una serie de demandas y exigencias que no sólo son indispensables, sino imprescindibles.
Quizá le apuestan a que las mentadas de madre son para la alcaldesa y que ellos, el cuerpo colegiado que encabeza la administración y es copartícipe de su éxito o fracaso, no salen raspados porque poca gente los conoce y menos saben de su responsabilidad real en lo que pasa al interior del Ayuntamiento.
La polémica se avecina y yo los veremos actuar ahora que toca autorizar el presupuesto.
El copy paste del que acusan al diputado Raúl Uribe Haydar tiene mucho de vendetta política, pero no poco de razón. Lo cierto, no se puede ocultar, es que los diputados, la mayoría de ellos, no saben de Derecho y menos de armar leyes. Ellos, lo reconocemos, están ahí para representar el interés de quienes lo eligieron, cosa que no hacen en aras de servir a sus partidos. Los legisladores suben sus temas y son sus asesores los que los desarrollan y ellos se enteran de la carnita para su discurso, para su posicionamiento.
¿Nefasto lo de Raúl? Sí, pero también es lo normal.
Caso que no mereció censura y sí fue y sigue siendo grave fue cuando el presidente del Tribunal Superior de Justicia se fusiló todo un legajo de leyes tabasqueñas que llegaron a promulgarse incluso con referencias a zonas y regiones de esa entidad para aplicarse a Campeche.
¿Pasó algo? Corrigieron los datos y el documento legal no perdió validez y lo mismo va a pasar con el caso de Uribe. ¿Por qué? Porque todos los diputados operan de la misma manera y así hacen sus propuestas.
Lo honesto es que Raúl haya salido no a desmentir sino a explicar y eso ya tiene un peso específico que le da, al menos, el valor civil de reconocer que él, en lo personal, no sabe de derecho y no es docto en esos temas.
Grave cuando vemos diputados que se desgarran las vestiduras, que se dicen ofendidos, usan sus argumentos como una estúpida pose que más los exhibe.
El martes, los tiempos de un gobernador ocuparán este espacio para tratar de entender cuándo hay y cuándo no y el por qué de las penurias y jaujas de un gobierno.