Aún no lo sabemos. Apenas y se ha ganado la elección como para determinar si las viejas prácticas corporativas, clientelares, patronales, patrimoniales, autoritarias, de represión selectiva y no generalizada, entre otras, se impondrán una vez más en una sociedad que ya no es la misma. Sin embargo, sí que es posible crear escenarios a partir de comportamientos a los cuáles nos tienen acostumbrados y que le hemos visto al PRI no sólo en su paso por la oposición en el poder legislativo, sino también en algunas entidades federativas. Ahora se apresurarán, por ejemplo, a promover reformas estructurales que se encargaron de bloquear durante 12 años; vemos estrategias electorales novedosas que coexisten con mecanismos rupestres de coacción del voto y que encuentran respaldo y sustento en condiciones ominosas de pobreza y miedo. No será sino hasta la creación de políticas públicas y su puesta en marcha, o cuando sea necesario hacer política con la oposición, o cuando haya que negociar con la sociedad civil, cuando veremos si hay una respuesta de diálogo o de represión apelando, orgullosamente, al monopolio legítimo del estado para aplicar la violencia.
Tampoco sabemos si EPN se impondrá al partido o el partido y sus estructuras se impondrán a EPN. El primer caso, supondría que EPN es un actor privilegiado de su partido, que lo controla, que su capacidad de diagnóstico y decisión son capaces de imponerse a las facciones y a los muy poderosos intereses dentro del PRI. También implicaría que cuenta con la capacidad de negociación para conciliar en un mismo equipo de trabajo a personajes grises del PRI de siempre, con las figuras de la Ivy Legue; capaz de sentar en una mesa para el diseño de políticas públicas al presidente de su partido, a quien le molesta la crítica subida de tono, junto con especialistas entrenados en universidades del extranjero. El segundo escenario daría la razón a quienes piensan que EPN es sólo una figura y que precisamente son otros actores e intereses los que gobernarán a este país. Si esto es cierto, pronto, en el diseño de las políticas públicas y la estructuración de la agenda del gobierno, empezaremos a identificar a quienes se benefician de las acciones y programas de gobierno.
Desconocemos a ciencia cierta cuál será el rumbo de la política económica, una que logró estabilidad macroeconómica pero no pudo transmitir su éxito a nivel del bienestar individual, ni en la generación de empleos, ni disminuir sensiblemente la pobreza en el país. En este renglón, está obligado a hacer, como dijo Carlos Salinas en su oportunidad, política, mucha política y más política, con el PRD y con el PAN, pues sólo negociando con esas fuerzas políticas podrá sacar las reformas fiscal, laboral, energética y de seguridad social que propuso durante su campaña, sobre todo cuando ninguna fuerza política tendrá la mayoría absoluta para legislar. Está pues frente a un gobierno dividido como lo ha querido el electorado en los últimos doce años. ¿La diferencia? El PAN resultó muy torpe para negociar y falta ver si el PRI está dispuesto a hacerlo con el PAN y el PRD. Lo que sí sabemos es que existe una tendencia a nivel internacional por impulsar dos procesos al mismo tiempo: el crecimiento económico por un lado, y una fuerte disciplina fiscal. Y como éstas, hay muchas interrogantes más.
Lo que si es cierto, es que la forma de hacer política durante los próximos 6 años estará marcada por un profundo pragmatismo. Y es el propio EPN lo ha dicho. “¿No tienes ideología?, le pregunta Carlos Puig en un excelente artículo que apareció en el número de mayo de Letras Libres y a lo cual EPN responde: “No la tengo, como creo que las nuevas generaciones no la tienen. Tú encuentras a alguien que te diga “soy de izquierda” y difícilmente podrá definir qué es la izquierda, o que te diga “soy de derecha”. ¿ Y qué es la derecha? Si los modelos de gobierno que uno y otro siguen se confunden entre ellos y cada vez son más cercanos…Salinas de Gortari -agrega Puig- dijo que él había creado una cosa que se llamaba el liberalismo social” y EPN responde: “Mi única definición es que soy un pragmático al que importan los resultados. Los resultados, eso es lo que importa: los resultados. Me defino como pragmático. Yo creo que es lo que mueve y es lo que motiva a las nuevas generaciones. Represento a una generación que a diferencia de las generaciones anteriores, que se identificaban con algún dogma político, nosotros no”.
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