Aterra

México vive una de sus jornadas más aterradoras. Aterra saber que el Ejército que nos debe de proteger, disparó contra un grupo de presuntos secuestradores a los que habría ejecutado; aterra saber que el presidente municipal de Iguala, para proyectar a su esposa, ordenó silenciar a los estudiantes de Ayotzinapa; intimida ver que el gobernador de Guerrero, elegido para cumplir y hacer cumplir las leyes, podría no sólo dejar el cargo por no haber cumplido sino que tampoco pagar nada por su irresponsabilidad.

El México que hoy aterra en muchas partes del mundo cuando se lee, se ve en la televisión y se escucha lo que nos pasa, es el que vivimos más cerca o más lejos muchos mexicanos.

Sin embargo, los mexicanos somos responsables de esa degradación que cada día lacera. Calderón en su gestión detuvo a 38 alcaldes y funcionarios michoacanos implicados en protección a “La Familia” y el PRI y el PRD festinaron que todos fueran dejados en libertad, que no hubiera fincamiento de responsabilidad y todos abonaron a que la investigación descarrilara sólo por motivos políticos.

Hoy ese mismo PRI y ese mismo PRD ya no saben qué hacer en Guerrero, no saben qué hacer en Michoacán, no saben qué hacer en Morelos, en Oaxaca, en Tamaulipas y ahora en Guanajuato el gobierno panista se enfrenta al homicidio de un estudiante jalisciense que pecó de asistir al festival Cervantino.

¿De veras no sabemos quiénes nos gobiernan?, ¿en verdad nadie conocía a Angel Heladio o a José Luis Abarca?, ¿cómo llegaron a ser autoridad personas de ese talante?

La situación es por demás vergonzosa y vergonzante. Enrique Peña Nieto pasó del “momento de México” al “México asesino” en unas pocas semanas, del mandatario del año al responsable de la putrefacción acelerada de un país ya muy descompuesto.

¿No será que quienes vivimos en este país volteando la cara a otro lado todo el tiempo cada vez que hay que hablar o denunciar somos corresponsables de esta descomposición?, ¿no será que cada vez que se tiene qué decidir quién o quiénes nos gobernarán preferimos ver si nos toca algo o nada para opinar o no?

La acelerada descomposición que hoy vemos se mantiene como el vaso de agua: lleno pero no se rebosa porque la tensión superficial no ha logrado romperse y, de repente, cae la gota que la rompe y el líquido se desborda, como la gente que marcha, que camina, que exige pero ¿cómo le exiges cuentas a quien desde el poder es quien pone el mal ejemplo?, ¿con qué cara te saldrán a dar explicaciones si desde el poder político y público se lava dinero, se transan las obras, se adjudican a socios encubiertos o a prestanombres conocidos?

¿Cómo le hacemos en un país donde se mete a la cárcel a Amado Yáñez, porque debe ser un escarmiento, pero se deja fuera como ejemplo a Humberto Moreira o a Arturo Montiel y al “gober precioso” Mario Marín?

El problema sólo es de sociedad y de gobierno: unos porque no se asumen como el poder real y el otro porque abusa del poder a extremo.

Mal y de malas porque esa misma sociedad harta que abarrota las calles no puede abarrotar las casillas y llenar las urnas de votos porque los candidatos simplemente está claro que no los representan y, pues mejor “ni vamos” porque hace mucho que lo “que hay” no es lo que merecemos.

¿Y los partidos políticos? Todos haciendo oídos sordos para postular a priistas arrepentidos, perredistas resentidos o panistas desilusionados, pero nadie de valor, nadie que llegue a dar soluciones a problemas que asfixian a un país ávido de respuestas. Eso sí, todos listos para el usufructo del presupuesto, para la bonanza familiar sexenal y no vivir en el error de estar fuera de la nómina. ¿Así vamos a seguir o PRI, PAN, PRD, Morena en verdad están entendiendo?

Vienen elecciones en 9 entidades el próximo año y el desagarre de vestiduras es lo de hoy, la exigencia de honorabilidad, de vida clara y limpia para quienes postularán son el centro del discurso ante el hartazgo, pero ¿quiénes son los aspirantes?

En quiénes serán postulados para los comicios que vienen estará la respuesta: o entendieron el mensaje o seguiremos viendo más de lo mismo: gobernadores sátrapas, pusilánimes saqueadores incapaces a los que es mejor pedirles renunciar antes que cumplir.

Pobre México, pero -como nunca- quizá tenemos lo que nos merecemos o simplemente lo que no luchamos ni exigimos, pero en el peor de los casos todos seremos responsable si el futuro que nos toca sigue siendo el mismo y con los mismos.