Associated Press
BARCELONA, España (AP) — Jonathan Paredes sube los 27 metros de escaleras metálicas que separan el agua del puerto de Barcelona de la plataforma de saltos de gran altura, la modalidad que debuta en el mundial de natación, realiza ejercicios de calentamiento, se seca minuciosamente el cuerpo con su toalla técnica y, antes de saltar, le da una vuelta al discreto rosario colorado que envuelve su muñeca izquierda.
El clavadista mexicano, el más joven de la prueba, se confiesa religioso y algo mañoso previo a las competencias; y el lunes sumó razones numéricas para ver reforzada su fe en la consecución de una medalla en Barcelona.
En las dos rondas disputadas de la final, Paredes puntuó 102.60 y 110.70 en sus saltos para un total de 213.30 puntos buenos para el tercer lugar, detrás del ruso Artem Silchenko con 215.95 y el gran favorito y nueve veces campeón del circuito profesional, el colombiano Orlando Duque, quien lidera la tabla con valoración de 217.10.
“Venía con toda la actitud. El ambiente estaba magnifico, con mexicanos animando en las gradas y, gracias a Dios, se dieron las cosas. Me voy al hotel muy contento y relajado”, comento un satisfecho Paredes, quien dijo tener la intención de acudir como espectador a las finales de natación de la tarde y sentirse un privilegiado por abrir camino en un certamen mundialista. “Para mí es una emoción muy grande ser un pionero. Espero tener un buen resultado que mejore todavía más el recuerdo de Barcelona, pero solo el hecho de estar aquí ya me hace muy feliz”.
Paredes llegó a la capital catalana como quinto mejor clasificado en el ránking mundial, pero demostró un gran nivel de inicio, superando incluso al número uno, el británico Gary Hunt, y ahora espera completar su buen desempeño en las tres rondas finales. “El miércoles se vienen los clavados más difíciles. Ya nos conocemos entre los competidores y todo puede pasar. Se puede pensar en medalla”, apostilló.
El mexicano, quien se declaró admirador de Barcelona, aprovechó los días previos para salir de compras por el centro, pero tenía intención de aprovechar la jornada del martes para descansar.
El joven atleta se inició en los clavados hace apenas ocho años, contando 15, en shows que combinaban los saltos de gran altura y los normales; hasta que, a los 17, decidió enfocarse exclusivamente en el vértigo que le ofrecían las distancias superiores a los 10 metros. “Me daba mucha emoción y, además, ganaba dinero haciendo lo que me gustaba. Como deportista normal no podía conseguir una beca. Ahora solo me dedico a esto. Es mi vida y la adrenalina me llena plenamente.”, asegura.
Al contrario de lo que uno pudiera pensar, los papás de Paredes se sumaron con entusiasmo a la nueva pasión del hijo. En ocasiones, incluso demasiado, según confiesa el mundialista.
“Ellos siempre me apoyan en todos y están muy contentos. Me hubiera encantado traerlos acá, pero mi mamá me pone muy nerviosa y preferí dejarlos en casa. Ella tiene la sangre muy pesada y siento su mirada penetrante, como diciéndome ‘tienes que ganar’. Entonces, mejor detrás del televisor. Ellos nunca me han visto hacer esto en directo. Creo que, si me viera, se desmayaría y luego me pegaría”, ríe.
El clavadista, cuyo salto más difícil es el de tres vueltas atrás con dos giros, cuenta también en el circuito con otro tipo de apoyo moral en el más veterano y célebre de sus compañeros.
“Orlando (Duque) es todo un personaje y tenemos una conexión muy fuerte. Yo crecí viendo sus vídeos y pasó de ídolo a casi hermano”, revela, con anécdota de alto impacto personal. “Una vez estábamos en Boston, yo como invitado de Red Bull (patrocinador del circuito profesional). Él acababa de tener su accidente de paracaídas y aun no éramos tan amigos. Estaba caminando por el hotel, se paró, me dio un abrazo y me dijo… ‘¡Tú y yo vamos a hacer algo grande!’ Y esa espontaneidad es algo que me llenó mucho. Desde entonces, me sorprende todos los días. Es un privilegio convivir con él”, relata emocionado el mexicano sobre su colega colombiano.
Dentro de su rutina, Paredes se persigna también previo a cada brinco, pidiéndole a Dios que todo salga bien, antes de saltar por los aires, soltar su rosario y precipitarse en vertical a una velocidad cercana a los 90 kilómetros por hora. El miércoles repetirá tres veces más el ritual, con máxima fe en superar la puntuación de su amigo Orlando y proclamarse primer campeón de la historia de los saltos de gran altura.