Editorial
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Redacción
@ExpresoCampeche

Los riesgos del proceso electoral del próximo año

Voces, Viernes 10 octubre, 2014 a las 3:01 pm

No son pocos y enumerarlos este espacio no sería suficiente. Sin embargo, al menos hoy día se presentan situaciones verdaderamente complicadas que pudieran desestabilizar el proceso electoral y derivar en un fracaso total en las elecciones del 2015, tanto por mala organización como por baja participación e incluso por problemas de credibilidad.

En medio de acusaciones, descalificaciones y sospechas entraron en funcionamiento de los nuevos organismos electorales. Por un lado, el proceso de selección de los consejeros del Oplecam ha sido calificado por la oposición en su conjunto como ‘amañada’, por otro, la designación de los magistrados electorales también estuvo plagada de inconsistencias e incluso se mantiene abierta la posibilidad de una impugnación cuando el proceso electoral ya arrancó.

Es decir, el primer gran problema de las nuevas instituciones electorales es la falta de credibilidad. No hay confianza ciudadana, hay temor, hay miedo, hay sospecha. Y comenzar así desde el inicio es el principal reto a vencer y, a la vez, el primer gran riesgo del proceso electoral. Iniciar bajo sospecha podría terminar peor.

Se puede alegar falta de capacidad o poco dominio de los temas electorales, desconocimiento de los mismos o ausencia de pericia, pero de lo que más carecen los nuevos funcionarios es de credibilidad.

Y si a eso le sumamos que la consejera presidenta del Oplecam, Mayra Bojórquez González, tendría que retirarse en unos cuantos meses y en el cenit del proceso electoral por asuntos tan personales como un embarazo, lo que sin duda desestabilizará y creará confusión en pleno proceso, entonces la certeza que tanto se ansía parece algo imposible.

El mayor riesgo del proceso electoral es ese: que ya nadie cree en las instituciones electorales. Pero no es el único, es sólo el inicio. También habría que considerar la evidente desilusión de los ciudadanos hacia los partidos y hacia los políticos. El hartazgo parece difícil de combatir. Mucho más si quien debe encargarse de combatir esa desilusión carece por completo de credibilidad.