Mientras el sol se pone, el mar y el cielo se tiñen de color, nos regalan postales de placer visual exquisito, nos dan la pauta para soñar. Dice el dicho que no hay noche, por profunda que sea, que el sol no logre vencer.
En esta ciudad donde el sol marca desde tiempos ancestrales el principio y el fin. Los mayas lo sabían y nos dejaron eventos astronómicos en sus edificaciones que aún hoy, maravillan hasta a los que los hemos visto en incontables ocasiones.
Cuando estamos preocupados, deprimidos, estresados las personas que nos animan nos dicen que mañana será otro día, que hay un rayo de sol en la oscuridad, una luz al final de túnel. Pero, también el sol nos dice que habrá verdad, nos dice que no hay mentira que no termine por salir a la luz.
Mientras nos acaloramos en este sol tropical que genera vida, también tenemos la esperanza de que todo salga a la luz, que la verdad sea tan brillante que compita con los rayos del sol reflejados en nuestro plácido mar.
Recuerdo a mi padre cuando acababa de ser nombrado Procurador de Justicia del D.F. cuando todavía en ese entonces eso, significaba ser parte del gabinete presidencial en la que, por el mismo cargo llevaba la sarta de halagos y muestras de “afecto” que suelen acompañarlo. Mi padre nunca cayó en la tentación de perderse, decía que uno debía ser siempre el mismo y poder caminar bajo el sol con la frente en alto. Lo recuerdo rasurándose frente al espejo diciéndose “soy el mismo tipo de siempre” mi padre jamás despegó los pies del piso pero siempre pudo ver el cielo mientras caminaba bajo el sol. Mi padre fue mi rayo de sol en mis momentos más oscuros y no obstante, fue en las noches mientras me enseñaba las constelaciones cuando más disfruté junto con él y me decía que no era noche, que las estrellas eran miles de soles y planetas reflejando rayos de sol.
Papá fue mi sol, giré alrededor suyo, crecí (en todo sentido) por su luminosidad, nunca tuve necesidad de guardarle secretos, ni de mentirle, ni de esconderme en la oscuridad. Papá sabía como lo sabe todo padre preocupado por sus hijos que no estaría siempre pero que debía enseñarme a despejar mi propio camino y darme las herramientas para hacerlo bien, de manera correcta, de manera justa, de manera comprometida.
Aún hoy, veo las estrellas, lo recuerdo y le pregunto y me responde desde dentro, porque ya me lo había enseñado con su ejemplo de vida.
Si mi papá era mi sol, mamá es mi tierra, mi raíz, mi agua. Mis padres nos formaron, nos educaron en ejemplos de vida, nos enseñaron como dos personas que se aman profundamente sin miedo, sin secretos, sin luchas de poder son la mejor base en la que sus retoños pudieron crecer.
Hoy, no solo caminamos bajo los rayos del sol, con los pies en la tierra y la mirada en el cielo, sino que buscamos, ansiamos, anhelamos ver todo bajo la luz. Hacer de nuestra vida lo que ellos esperan de nosotros y darles a sus ocho nietos lo que ellos le dieron a sus cuatro hijos.
Todos tenemos nuestro sol particular y todos anhelamos sentir los rayos de sol en nuestro rostro y mientras tengamos eso, no habrá mentira, ni engaño, ni oscuridad alguna que los rayos del sol no iluminen dándonos paz.
Sin embargo, todos debemos ser mejores si queremos una sociedad mejor, justos si queremos una sociedad justa, honestos si queremos honestidad, veraces si queremos credibilidad e íntegros si queremos vivir en paz. Todos debemos buscar convertirnos en soles o al menos en ese rayo de sol que en alguna ocasión ayudará a alguien, a vencer la oscuridad.