La urgencia reformista que inició en el país con la llegada de la nueva administración federal priísta fue avalada por la mayoría de los mexicanos porque se dieron cuenta de que el país requería cambios profundos.
Todos sabíamos que no iba a ser nada fácil, sobre todo porque habría que iniciar un largo proceso de cambios que no nos dejarían ver los beneficios sino hasta el mediano o largo plazos, pero que aún así, al ver, por ejemplo, la utilidad de la Reforma Educativa, seguimos apoyando.
Pero hay de reformas a reformas y no todas impactan de la misma manera a los ciudadanos. Las polémicas no han sido pocas y las modificaciones a la vida cotidiana, que tienen que ver sobre todo con el bolsillo de las familias, tampoco han sido sólo unas cuentas nada más.
La Reforma Energética era, ya lo sabíamos, el punto culminante de las transformaciones que el Gobierno Federal quería emprender. Sería la más difícil, la más complicada, la más atacada y la más peleada: no está en juego poca cosa.
Y la pregunta aquí es ¿quién de todos esos diputados federales, senadores y funcionarios federales se puede parar de frente a cualquier ciudadano, mirarlo a los ojos y garantizarle sin resquicio de error o falla alguna que los beneficios que dicen sí llegarán?, ¿o estamos entrando a un laberinto que al final de cuentas en el mejor de los escenarios nos va a dejar igual que antes, y en el peor nos va a perjudicar mucho más?
Ese es el principal problema de la Reforma Energética. No sólo existe desinformación, existe desconfianza, desconfianza en los políticos, en las instituciones, en las promesas, desconfianza alentada por los constantes, lejanos y recientes escándalos de corrupción.
El mensaje de la derecha es claro: va a haber beneficios; el de la izquierda también: es un robo a la nación. ¿a quién creerle?
Estamos de acuerdo en que México necesita modernizarse, la discusión es a qué precio. Pero si el proceso comienza con un mayor castigo al bolsillo de los ciudadanos, si en vez de traerle beneficios les crea perjuicios, si en lugar de mejorar su calidad de vida se empeora, entonces es momento de hacer un alto en al camino, detenernos, vislumbrar el panorama, reencontrar el sendero, y seguir avanzando.
A los ciudadanos nos pueden prometer lo que sea, pero en lo que creemos es en lo que traemos en el bolsillo, esa es la realidad, y la realidad, hoy por hoy, es apabullante.
TUMBABURROS
Crecimiento (Sust. común). Aumento imperceptible y gradual en cantidad, tamaño, intensidad o importancia de alguna cosa, a veces aplicado a cuestiones económicas, donde las cosas no van tan a prisa como quisiéramos, según la OCDE.
Justicia (Sust. común). Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad… aunque a veces se queda sólo de un lado, como en la depredación de especies, por ejemplo, en que se detiene a pescadores pero no a empresarios que paganpor ellas.
Subsidio (Sust. común). Ayuda económica a una persona para satisfacer una necesidad determinada. .. aunque las nuevas políticas es eliminarlos todos, sin iportar lo que sea, como el de la energía eléctrica, cuyo costo, de confirmarse, se va a disparar hasta las nubes.