Los traumas de nuestra historia son plenamente justificados. Tanto el país como el estado han atravesado periodos oscuros, producto de la gran acumulación de poder de algunos personajes que buscaron la forma de eternizarse en sus cargos.
Lo hizo Antonio López de Santa Ana, lo hizo Porfirio Díaz, lo hicieron otros que hoy constituyen los villanos de la historia mexicana. Y fue de ahí de donde surgió el “sufragio efectivo, no reelección” de Francisco I. Madero.
El martes, y poco antes los legisladores federales, los diputados locales consumaron la apertura de un boquete en el cajón del terror de nuestra memoria colectiva. No es para menos, la cultura ‘revolucionaria’ del sistema político mexicano del siglo XX se encargó de promover e insertar en nuestro ADN social la idea de que la reelección era el peor de los males y el causante de todos nuestros fracasos como país. Pero en la historia mexicana y, por su puesto, campechana, también ha habido políticos de altura, verdaderos estadistas que han transformado e impulsado el desarrollo nacional.
El ‘nuevo’ PRI (el ‘viejo’ era aquel que adoptó la tesis maderista y creó toda la maquinaria para la ‘justa’ y ‘equitativa’ repartición de cargos públicos entre sus adeptos, impidiéndoles repetir o eternizarse en sus cargos) ha cambiado sus teorías y ahora marcó, no una regresión de un siglo, pero sí el surgimiento de una situación que creíamos superada.
¿Era importante para Campeche la reelección de autoridades municipales y legislativas?, ¿qué podía pasar si no se aprobaba y continuábamos en ese sentido como le venimos haciendo desde hace 100 años?, ¿Si la reelección puede ser algo positivo y nuestra historia no cuenta, por qué entonces no se aprobó la reelección de gobernadores y del Presidente?
Lo que más pesa en la conciencia colectiva no es en sí la reelección, sino que la reforma política no llegó junto con una verdadera transformación de la forma de hacer política. Los diputados y los alcaldes siguen violando el espíritu de las leyes, no hay la suficiente transparencia, continúan usando recursos públicos en lo oscurito, no existe una real rendición de cuentas, se carece de una sana y obligatoria división de poderes… y la lista podría seguir.
Si nos piden a los ciudadanos que no tengamos miedo a nuestra historia, que hoy por hoy no puede ocurrir lo que ocurrió en el México de Santa Ana, o en el México de Porfirio Díaz, entonces también ustedes déjense de tanto abuso de poder.
TUMBABURROS
Abuso (sust. común). Uso injusto, indebido o excesivo de una persona o cosa en perjuicio ajeno. Característica de policías e inspectores contra choferes del transporte, a quienes detienen por “sólo haberse echado tres cervecitas”. Hombre, no sean así, con este calor.
Pasión (Sust. común). Sentimiento muy intenso, sobre todo cuando se trata de futbol, deporte al que, ya entrados en ambiente mundialista, autoridades escolares califican como una “acción académica”.
Ring (Sust. común). Cuadrilátero limitado por cuerdas para disputar combates de boxeo… aunque en ocasiones se traslada a un recinto legislativo y, en vez de golpes, intercambian insultos, a ver quién termina más mareado.