Todo el país se encuentra dolido, convulsionado, asustado e indignado por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. El miércoles hubieron manifestaciones en varios puntos de la geografía nacional y otras tantos en el extranjero.
Se sumaron diversas organizaciones civiles, sindicatos, artistas y sin embargo, la nota se dio con la agresión al Ing. Cuahutémoc Cárdenas y es que no entiendo que tenía que hacer un político ahí, así como no entiendo por qué lo toman como bandera política algunos partidos. ¿Politizar un dolor genuino? ¿Capitalizar una manifestación de descontento con fines políticos? ¿Apagar el fuego echándole gasolina? ¿Condenar la violencia azuzando la violencia?
Todos los actores políticos quieren salir a dar su declaración, quieren mostrar su apoyo. Es terriblemente doloroso y la violencia que impera cala hasta el alma. No obstante, estos mismos actores políticos además de “condenar” y “exigir todo el peso de la ley” deberían estar buscando soluciones para que no suceda nuevamente, para que no tengamos que escuchar nunca más, de una situación similar.
Cuando politizan una manifestación o toman como bandera política una necesidad social, lo que me produce es desconfianza, ya no sé si es en serio, o solo para el posicionamiento del partido o peor aún, el personal.
Estamos navegando en una barco que hace agua por todos lados pero, en lugar de achicar agua y empezar a reparar, nos acusamos indiscriminadamente acerca de la responsabilidad del que hizo el hueco, el que lo dejó, el que no lo vio y mientras nos empujaos y nos gritamos y nos acusamos… nos hundimos.
Acaso es tan difícil tender la mano a otro ser humano y buscar su mejora sabiendo que si a él le va bien, a mí, por consecuencia lógica también.
Siempre es más fácil señalar y acusar, que aceptar nuestra propia culpa dentro de lo que sucede. Sí, también tenemos la culpa pues esas pequeñas acciones erróneas que permitimos “porque todo mundo las hace” se acumulan hasta asfixiarnos como sociedad.
No queremos un país en el que desconfiemos los unos de los otros, no queremos un país donde el dolor campe a sus anchas, un país donde la violencia sea norma y no excepción pero para evitarlo, debemos ser capaces de unirnos y romper el ciclo de la violencia, retomar la confianza en nuestras instituciones y en nosotros mismos. Ese empeño autodestructivo que tenemos de dividirnos y enfrentarnos no hace otra cosa que aislarnos y sumirnos irremediablemente en la desesperanza.
La culpa siempre es de otro, así que veré el rostro de mis hijos y les diré que la culpa fue de otros y cuando ellos me pregunten que hice, les diré que no hice nada porque no era mi responsabilidad sino la de otros y entonces entenderán y me señalarán y acusarán y dirán que ellos no tienen que hacer nada porque la culpa es mía y así seguiremos cargando culpas al otro hasta el infinito…
Solo de pensar eso me duele el estómago de angustia y como no deseo que mis hijos me echen en cara la culpa de no haber dado todo de mí, pues lo daré y tenderé la mano y propondré y construiré pues solo así, romperemos este terrible y absurdo ciclo que cual remolino, nos arrastra hacia abajo.
No quiero más sangre, no quiero más dolor en este país convulsionado y solo puedo empezar a ocuparme de mis compañeros de trabajo, de mi esposa, de mi familia, de mis hijos… Por mis hijos y para ellos, pues espero, deseo y haré lo posible para que crezcan y vivan en un México en paz.