Es entendible que, hace año y medio, el Instituto Estatal del Transporte (IET) haya decidido interrumpir el paso de camiones del transporte público por el Circuito Baluartes debido a la construcción del megadrenaje.
También es comprensible que, hace ocho meses, pese a las molestas generadas a la ciudadanía, cuidando y potencializando la zona patrimonial, las autoridades decidieran que esa restricción sea permanente en el marco de un reordenamiento del servicio de transporte.
Lo que no se entiende es que, desoídos los reclamos de la ciudadanía alegando la construcción del orden, las autoridades sí hayan accedido al chantaje y a la violencia hacia la ley por parte de las empresas concesionarias.
Esto significa que mientras las autoridades del ramo fueron insensibles a las peticiones ciudadanas a lo largo de ocho meses, la firmeza inicial se haya caído a pedazos con la rebeldía de un grupo de empresarios que no precisamente se ha caracterizado por preocuparse por ofrecer servicios de calidad.
José Antonio Rodríguez Rodríguez, a lo largo de su gestión al frente del IET, ha tenido una deuda pendiente con la ciudadanía. Las promesas de mejoras en el servicio, de calidad en los vehículos que lo prestan, del orden que debería de imperar en la planeación de los trayectos y la operación de los micros, de capacitación a los choferes y un larguísimo etcétera, se han quedado en un prontuario de buenos deseos.
No cabe duda de que si un gobierno tuvo la valentía y asumió con responsabilidad el compromiso de reordenar este servicio indispensable para los campechanos, es el actual. Pero tanto la aprobación de la Ley Estatal del Transporte como la creación del IET se han quedado cortos ante la ‘mafia’ que mueve este sector empresarial.
Los resultados saltan a la vista y son inobjetables: camiones que no cumplen las normas de calidad, que no aprueban las verificaciones que exige la ley, con un sistema de operación basado en tiempos, lo que genera accidentes y choferes cafres… El problema es que el IET no se ha metido a fondo a resolver este tipo de situaciones.
Reordenar las rutas puede ser algo positivo. Pero hay cuestiones muy básicas aún sin solución y que son tan necesarias como urgentes. Lo que pasó con la ruta del Circuito Baluartes es una muestra de la indecisión del IET, de su falta de firmeza. Si durante ocho meses porfió en que lo mejor era que no pasaran por el Centro, ¿Por qué ahora lo permite?, ¿Dónde quedamos, entonces, los ciudadanos? Si una dependencia necesita aplicar mano dura, ese es el IET. Primero los ciudadanos, luego lo demás.