Frankenstein o el moderno Prometeo es una obra literaria de la escritora Mary Shelley. Publicada en 1818, enmarcada en la tradición de novela gótica, cuestiona la moral científica, la creación y destrucción de la vida y la relación del hombre con Dios. Víctor Frankenstein desafía el poder de Dios arrebatando el fuego sagrado de la divinidad engendrando un monstruo.
Esta semana quedó invertebrado el último punto de la agenda legislativa del Pacto por México. Un invento institucional, un endriago, creado no de partes de muertos de panteones, sino producto de una negociación poco clara de la cual algunos quieren exentar responsabilidades. Quieren brincar por la borda, pero eso sí, habiendo dejado todo aprobado. Ahora algunos de los pactantes quieren saltar del barco y no por estar ahogándose (¿o sí?). PAN-PRD-PRI consensuaron 5 acuerdos que, montados en un carrusel de turnos de mayorías, aprobaron subiéndose y bajándose, según la ocasión, dejándonos un nuevo escenario constitucional.
Dos reformas de inmenso impacto en la vida pública, la política y la energética, aprobadas casi en simultáneo por el Congreso de la Unión que podrían implicar un cambio de rumbo desde el punto de vista de las políticas públicas. Cómo bien me lo explicitó el internacionalista Rogelio Ríos, ¿así lo pensaron o así salió? Ríos con mucha inteligencia y experiencia sabe que de la implementación dependerá el éxito o su fracaso y que, cada una por separado, implica un gran esfuerzo político y de recursos de Gobierno Federal que, al juntarse el proceso de las dos en paralelo, es difícil saber si la estructura del gobierno y la sociedad misma aguantará las tensiones que van a venir.
Las reformas eran una necesidad. Eso no es cuestionable, pero los contenidos y formas sí importan y mucho. Quedamos con una oposición que tras la elección de sus dirigencias muy posiblemente va a debilitarse terriblemente, al menos que chille como ahora, pero sobre todo con un esqueleto institucional, al que todavía le toca sostener leyes, organismos, cuerpos colegiados, y operar en un universo saqueado, corrupto, cabildeado y poco transparente.
Ojalá que así como sucedió con las coincidencias de las dirigencias partidistas en el Pacto por México, ahora las voluntades políticas sumen, no para desnudarse, ni para agredirse, o para cerrar el Congreso, sino para ejecutar cada punto de acuerdo correctamente. ¿Podrán?
La cuestión no es enfrentar a la derecha o a la izquierda. Eso es discurso. No lo confundamos. Privatizar o estatizar son preguntas erróneas. Debieron haberlo previsto al momento del Pacto, si es que alguna vez lo pensaron. Ahora quedará exhibido si se concertó el verdadero futuro de México o si resulta un Frankenstein, producto de legislar desde la mejor tradición dinosauria, con restos fósiles que pegaron, usando una expresión de Merino, con “borracheras de autonomía” negociando posiciones y bonos que sólo les tocan a algunos.
Nadie, pero nadie y menos un legislador es un Prometeo, el Titán, el amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los de los dioses, para darlo a los hombres para su uso. Nadie, absolutamente nadie. El que crea serlo, atención, porque posteriormente será castigado, y no por Zeus, por la gente, con los votos, por haber generado una Constitución de la cual partirán leyes, organismos, institutos, que quién sabe si podrán operar correctamente o si se van a estrellar unos contra otros como carros chocones.
Señoras y señores legisladores, lo que sigue exige mayor madurez y colaboración. Reconocieron la figura del gobierno de coalición, úsenla (al menos en su espíritu). Si este barco no se encamina con todos en la misma dirección, hacia el futuro de México, el presente terminará condenado y encantado por las sirenas de Ulises. Amárrense al mástil de la patria, con responsabilidad, vestidos, sin groserías, sin aventar curules – son sus cargos, no sus cuevas partidistas. Aprobaron la reelección, prueben que sirve. Aprobaron la reforma energética, resguarden la renta petrolera con transparencia. Sostengan lo que dejaron porque lo que se construyó en los últimos años de democracia se desbarató.
La desgracia del Frankenstein político que se ha gestado hoy, pone a la democracia bajo electroshocks, pero para revivirla. Toca hacerlo. Ahora no se rajen. ¿Las diferencias políticas? Ya existían antes del Pacto, ¿o no?