Los Juegos del Hambre es el primer libro de la escritora Suzanne Collins, que ha sido llevado al cine. Trilogía literaria, que en la segunda parte de la saga, arrasó con la taquilla. Buenos actores, buen guión, dirección, efectos especiales, fotografía, todo lo que necesita una cita para alcanzar la cima, pero el tema es también la clave del éxito. Una adolescente vive en Panem, una nación post apocalíptica ubicada en lo que anteriormente era América del Norte. ‘Los juegos del Hambre’, un evento anual realizado en Panem donde un chico y una muchacha de cada distrito deberán luchar a muerte entre ellos mientras son observados por televisión.
Temas como poder, entretenimiento, pobreza, opulencia, mezclados de mitología griega e historia personal que impactaron a la escritora, recuerdan que en todas las épocas hubo una iteración de las narraciones griega y romana. Los atenienses debían enviar cada año un tributo al rey Minos de Creta, sacrificando a siete doncellas y siete jóvenes que serían arrojados en un laberinto para ser devorados por el Minotauro. Teseo acabó con la tradición. Circo romano de gladiadores y un gran público que aclamaba al emperador, se replican en hechos cotidianos.
Quizá la realidad no es tan explícita como en las leyendas, que son tan antiguas como la misma humanidad, pero tienen mucho de ellas porque son auténticamente intrínsecas a lo que sucede en la política real.
Bardas y propagandas que destacaron en los municipios de Candelaria, Escárcega y Champotón, igual en varias zonas de la capital. Eventos realizados en San Francisco de Campeche y Ciudad del Carmen, cabeceras de los distritos federales, primero y segundo, donde legisladores federales rindieron informe de labores legislativas que han realizado en un año de trabajo.
Acontecimientos grandilocuentes, pomposos, magnificentes en Campeche que movilizaron a muchas personas en todas sus variantes de informes y eventos del 2013. ¿Cómo se hacen? ¿De dónde salió la gente? En la trilogía es el Capitolio de Panem quien los organizaba y costeaba para mostrarlos ante todos.
El antropólogo Clifford Geertz ha sido probablemente el que mejor capturó la esencia del papel de la construcción del imaginario colectivo y de la importancia de las ceremonias. Los símbolos son el marco de la actuación social.
En Conocimiento Local analiza tres casos específicos: Isabel de Tudor de Inglaterra, Hayam Yuruk en Java y Hasán I en Marruecos. A pesar de las diferencias, hay un elemento en común: la autoridad política requiere de un marco cultural y la relación que se establece entre el centro (ideología y cultura) y la figura carismática que explica el carácter de sacralidad que le otorga. ¿Alguien ha visto reyes sin cortes? ¿Reinas sin coronaciones? ¿Templos e iglesias sin celebraciones religiosas? ¿Tribus sin ceremoniales? ¿Presidentes sin eventos de toma de protesta? ¿Políticos sin fiestas en sus informes?
La teatralidad del poder nos permite verlo como tal: ver y sentir el poder. Si una reina saliera a la calle sin peinarse y mal vestida, ¿la percibiríamos como soberana o indigente? Lo mismo con los políticos.
Igual que en Panem de ‘Los Juegos del Hambre’ la conducta humana es acción simbólica. Significados compartidos en virtud de los cuales la gente hace cosas como adherir al poder, rechazarlo o contestarlo. No es lo mismo ver, por ejemplo, a un policía de uniforme, que verlo de civil. Lo segundo no le da autoridad visible.
Bardas, lonas, eventos, informes de labores, obras y manejo de programas son parte de cómo se construye la sacralidad del poder. Clifford Geertz explicó cómo se muestra el poder. Sin embargo, las democracias actuales exigen no solo lo que es innatamente e históricamente político. Demanda conocer quién pintó las bardas, quién colgó las lonas, cómo se organizaron los eventos, cómo se manejaron los recursos: lo que en ciencia política se llama rendición de cuentas y, según el artículo 6to de la Constitución, derecho de acceso a la información.
Panem y teatrilidad sí, pero con conocimiento público de cómo se montó el ceremonial.