En América Latina entre 2000-2010 se registraron más de un millón de asesinatos. Once de sus países, incluyendo México y Brasil, se encuentran en lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) califica como “nivel epidémico”, que implica la existencia de más de 10 homicidios dolosos por cien mil
habitantes.
El aumento de la violencia ocurre al mismo tiempo que América Latina ha experimentado el período de mayor crecimiento económico de los últimos cuarenta años. ¿Cómo se relaciona crecimiento y violencia? ¿Cómo el aumento de las clases medias y la reducción de la pobreza conviven con el aumento de la violencia?
De acuerdo al Informe Regional de Desarrollo Humano “Ciudadanía con Rostro Humano: Diagnóstico y propuestas para América Latina”, que se dio a conocer en noviembre pasado, el crecimiento económico de la región no se ha traducido de manera automática en una mejora del desarrollo humano.
El informe, en el esfuerzo de explicar lo que ocurre, sostiene que el crecimiento ha sido de baja calidad, se basa en el consumo, y no ha venido aparejado de una fuerte movilidad social. Esto ha provocado lo que llama el “delito aspiracional” que se traduce en el robo de celulares, laptops y ropa deportiva.
La inseguridad también se ha visto favorecida por las profundas transformaciones demográficas en los países de la región que causa el crecimiento urbano acelerado y caótico, los cambios en el sistema familiar y los problemas y falla en el sistema educativo. Todo esto se traduce, dice el documento, en la profunda erosión del tejido social.
A los problemas anteriores se añade la creciente posesión de armas, el alcoholismo y el tráfico de las drogas. Los tres son factores que impulsan exponencialmente la violencia y el crimen. El informe analiza también que la escaza, en ocasiones nula, capacidad de las autoridades para enfrentar el crimen
agrava las cosas.
Una lección que se deriva del período 2000-2010 es que la política de “mano dura” ha probado su fracaso y no constituye la modalidad para resolver el problema. La lógica punitiva, policiaca y militar, ha derivado en mayor violencia e índices crecientes de criminalidad.
El informe propone diez líneas de acción para combatir la violencia y el crimen entre las que se encuentran: despolitizar el tema de la violencia; visualizar el problema como un desafío de toda la sociedad; elevar la capacidad investigativa de la policía; fomentar la policía de aproximación; educar en los valores de la convivencia, el respeto, la paz y la tolerancia.
De acuerdo al estudio el problema tiene solución, aunque no sea fácil el enfrentarlo. El camino a seguir es largo y debe enmarcarse en una política pública que contemple el problema en el marco de una estrategia integral de seguridad ciudadana que va mucho más allá de solo fortalecer los cuerpos policiacos y militares.