La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) concluyó el miércoles con un mensaje al mundo que deja claro que el pragmatismo embandera las relaciones internacionales de la región y de México.
Por dos días, la CELAC agrupó en La Habana, Cuba, a prácticamente todos los mandatarios convocados de América y El Caribe. Incluso algunos líderes mundiales como Ban Ki-moon, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y el de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, estuvieron presentes para mostrar legitimidad hacia el exterior, pero con la ausencia obviamente esperada de Estados Unidos y Canadá.
Cuba, excluida de las Cumbres de las Américas, es la que volvió al centro de atención aunque para los Estados Unidos la isla volvió a ser el punto de fricción para la integración latinoamericana. Sin embargo, EU reaccionó ambiguamente. Por un lado, y a través del Departamento de Estado, manifestó la inconsistencia de que la CELAC no haya cuestionado las acciones de su anfitrión y que en su declaración final, haya traicionado la dedicación de la región a principios democráticos al aceptar el sistema unipartidista castrista; y por otro, a través del viceasesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Ben Rhodes, sostuvo disposición a explorar cambios en su relación con Cuba y la política exterior estadunidense – la del bloqueo básicamente impuesto desde 1962– que no ha tenido éxito a la hora de llevar más libertades a los cubanos.
Real socialismo, dictadura, democracia liberal, izquierda, derecha, economía de mercado, calidad de la democracia y derechos humanos, posiciones todas que remiten a diferentes concepciones del universo político y social, se diluyeron para dar lugar a pasos pragmáticos teniendo en cuenta que la misma CELAC fue fuertemente impulsada por Hugo Chávez.
Está claro que la CELAC promueve la integración y desarrollo de sus 33 naciones que, con una población total de 600 millones de habitantes, aspira, en su intención fundacional, a conformar un espacio común. Si ello se lograra, sería la tercera potencia económica mundial. Sin embargo, la realidad está pintada de incongruencias. La pérdida de influencia de la izquierda bolivariana es notoria, existen además instituciones que se suman y se duplican, y en lo económico entre el Pacífico y el Atlántico las visiones son contrastantes. El Pacífico se mueve hacia la economía del libre mercado, mientras que, por ejemplo, modelos como el argentino y el venezolano culpan a terceros de sus propias fallas y recurren al personalismo político, al proteccionismo y a la devaluación para dar patadas de salvataje ante crisis internas.
Hans Morgenthau el teórico paradigmático del realismo político en las relaciones internacionales, vuelve a ser vigente, igual su obra Política entre las Naciones. El ‘interés’ definido en términos de poder infunde un orden racional a los fines de la política. En este escenario el realismo se rehúsa a identificar aspiraciones morales de una nación (la moral no es su objeto de estudio). El realista político sostiene la autonomía de la esfera política preguntándose ¿cómo afectará esta política el poder de la nación?
Nuestra lectura es que la ideología no manda. Aquello que guía la política externa de un país es el interés y la CELAC es ilustración de ello.
Entonces, y en lo nacional, la pregunta obligada es para nosotros mismos: ¿por qué México asumió un rol tan activo cuando tenemos una enorme identidad económica con Estados Unidos y Canadá? ¿Por qué el ‘regreso a Cuba’? ¿Por qué voltear a ver a una parte del continente ‘olvidada’?
Durante la sesión plenaria de la CELAC, el presidente Peña Nieto instó a los países miembros a “ser ambiciosos, y buscar una mayor integración comercial”. Así fue publicada su declaración en los periódicos mexicanos de mayor circulación. EPN expresó que la región tiene una economía 20 por ciento mayor a la de la Unión Europea y que se debe aprovechar. Además, al igual que Dilma Roussef, presidenta de Brasil, mostraron posiciones enérgicas: el primero condonó a Cuba el 70% de su deuda y su homóloga carioca inauguró obras portuarias de inversión muy
atractiva.
La política exterior mexicana ha dado en un año un claro mensaje al mundo: no estamos quietos. El anuncio es que las relaciones exteriores dan señales de un México participativo, dinámico, fuerte. Lo que pasa dentro de casa, con excepción de las reformas estructurales que fueron efectivamente vendidas al resto de los países, es como el dicho “lo que sucede en Vegas, queda en Vegas”.
Mientras tanto, firmaremos en Cartagena de Indias, Colombia, el acuerdo para integrar la Alianza del Pacífico con Chile, Perú y Colombia y la Casa Blanca estudiará el camino práctico hacia la isla “si sirven a nuestros intereses (los americanos), a los intereses del hemisferio y al pueblo cubano”. La noción de interés, y ese orden de jerarquías, le hizo un jaque mate a las posiciones ideológicas (si es que alguna vez estuvieron por encima del interés).