Andrés Manuel López Obrador estaba obligado, en razón de sus propios intereses, a cambiar de estrategia tras su segunda derrota por la Presidencia de la República. Su permanencia en el PRD le resultaba cuesta arriba y cada día le iba a ser más difícil hacer valer y construir su candidatura, para la elección del 2018.
El PRD había dejado claro, guardando las formas de la cortesía política, que en adelante ya no iba a seguir la ruta trazada por él, a la que se había sujetado en los últimos años. La propuesta política y programática del PRD y López Obrador ya no es convergente.
La salida del PRD, permite a López Obrador mantener bajo control a sus seguidores. La posibilidad de la toma de calles y plazas estaba ya agotada o su rentabilidad era menor, por lo que requería de una nueva estrategia y un tipo de acción que le permitieran evitar la dispersión y garantizar la cohesión de los suyos.
El propósito central de la nueva estrategia es dotarse de un instrumento, un partido, dirigido por él, que le permita actuar como sin tener que consultar o negociar con nadie. Él en esa estructura será el líder indiscutible y sólo tendrá necesidad de “consultar” al pueblo, fuente de su “ilegitimidad”, que es lo mismo que a nadie.
La construcción de la alternativa tiene dos momentos. En el primero, su Movimiento Regeneración Nacional (Morena) organiza congresos estatales, entre el 10 de octubre y el 11 de noviembre, para llegar a un Congreso Nacional el 19 y 20 de noviembre donde se definirá si éste se transforma o no en partido. La respuesta es obvia y está ya tomada: será partido.
El segundo momento inicia con la aprobación de hacerse partido. Entonces, los seguidores de Morena se van a focalizar en las tareas que les exige el registro del nuevo partido. Los integrantes con los que cuenta le van a permitir cumplir, con relativa facilidad, los requisitos de ley, para obtener el registro. A partir de entonces el esfuerzo se va a concentrar en la elección federal del 2015.
Si López Obrador hubiera aceptado el registro del PT o el MC, él y Morena se hubieran quedado sin tarea los próximos tres años y la posibilidad de la desbandada se hubiera hecho realidad. La estrategia adoptada le permite mantener en actividad permanente a sus bases, para impedir que en éstas surja el desánimo y la pérdida de sentido que implica el “reposo”.
La ruta trazada para el futuro es clara. Al nuevo partido se le imponen tres objetivos, en la elección federal del 2015: conservar el registro; conseguir un buen número de diputados y obtener el mayor monto de recursos vía las prerrogativas de ley. Después de esa elección inician los trabajos para la campaña presidencial del 2018 en la que López Obrador será su candidato. Falta todavía tiempo, pueden también pasar muchas cosas, pero esa es la carta de navegación que se vislumbra.
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