El grado de cinismo y voracidad que hemos visto de nuestra clase política debería ser suficiente para asquear hasta el estómago más entrenado. No obstante, ha sido tan común, que ya ni raro lo vemos.
Demasiados políticos han salido enriquecidos de sus puestos de servicio, tienen terrenos, yates, camionetas, motos de agua, casas de playa, viajan y se llevan a los hijos, sobrinos, compadres, ahijados, tíos, abuelos, amigos y hasta el personal de servicio con eso de que es difícil encontrar quien les ayude.
Por otro lado, nos dicen que estamos en crisis, que no hay recursos, que no se puede esto o lo otro, que los proveedores aguanten hasta un año (si bien les va) para que se les cubra la factura, la CFE corta luz por falta de pago, las calles se caen en pedazos y un sinfín de pequeños problemas que afectan la vida diaria de aquellos a los que juraron representar, auxiliar, servir.
52 millones de mexicanos en pobreza, ¡zas! cruzada contra el hambre y en Veracruz lo utilizan como apoyo para campañas; nuestro nivel académico está por los suelos y unos pseudomaestros dejan de dar clase para protestar porque les quieren evaluar los conocimientos que tienen para dar clase; la hija del máximo defensor de nuestros derechos de consumo (ex), prepotentemente, cierra un restaurante; el nieto del abogado del país golpea a la hija del titular del Centro de Investigación y Seguridad Nacional. No debería importar quienes son, pero la agresión a una mujer no debe tolerarse en ningún caso.
Para rematar, el señor de los 400 pares de zapatos, 1000 camisas y 300 trajes, le sobró cambio para esconder en una casa 100 millones de pesos en efectivo.
El salario mínimo diario es de 64.76 lo que da un sueldo mensual aproximado de 1,942.80 si lo cerramos en 2000 mensuales que es lo que gana la mayoría de nuestros compatriotas, estaríamos viendo que en esa casa se encontraron 4,166 años de trabajo.
El cinismo es tal, que raya en el insulto. No obstante, aquí seguimos aguantando en la raya creyendo que no podemos hacer un cambio, que las cosas son así y no hay de otra, que la corrupción de nuestros políticos es inherente a su cargo, que nos merecemos un sistema de salud deficiente, una educación de bajo nivel, que valemos menos que nuestros vecinos del norte y más que los del sur, que pegarle a una mujer es normal, que maltratar a un niño es “disciplinarlo”, que robar poco no es robar y que dar mordida es facilitar las cosas.
Echar culpas es fácil y quizá olvidamos que nuestros políticos son parte de nuestra sociedad, que nuestros representantes representan lo que somos y por consiguiente es responsabilidad nuestra cambiar las cosas. Aquí ya hay precampaña ya todos los conocen son diputados, senadores, funcionarios estatales y federales, saben de donde vienen, que han hecho, aquí y en la Ciudad de México, saben de qué pie cojean, saben y conocen. pero quizá piensen que es más sencillo acoplarse, hacer como que no pasa nada, que es preferible estar bien con el aspirante antes que decirle la verdad. Nuestros principios son lo que nos hacen ser hombres de bien, dejarlos de lado es traicionarnos en lo más profundo de nuestra esencia.
Si queremos un mejor gobierno, debemos ser mejores ciudadanos, un hombre puede cambiar su entorno, su pareja, familia, ciudad, municipio, estado, país.
Si nos roban, sobajan, humillan y nos ven la cara, es porque nos dejamos, porque no los exhibimos, porque no les exigimos.
Piensen en el coraje que te da una persona que te roba la cantidad de 4,166 años de sueldo y cambiemos.
Tu familia te necesita, tus compañeros de trabajo te necesitan, tus amigos te necesitan, México nos necesita…
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