Buscando atención

Desfile del Primero de mayo, los contingentes desfilando. Un grupo de personas quiere entrar a manifestarse saltando las vallas. Se les pide que esperen a que pase el último contingente y se integren. Se ofuscan, gritan, exigen e intentan por la fuerza entrar. La fuerza pública se los impide, los gritos cambian de tono y ahora gritan ¡represión! Una de sus líderes se sube al toldo de una patrulla y con actitud de burla empieza a gritar consignas contra los policías, a enardecer a sus seguidores. El otro líder, el sempiterno dirigente de cuanta manifestación se presente, está abajo viendo cómo los policías bajan a su “compañera”. Él no hace nada por ella, susurra al oído y alienta a los demás a exigir y luchar.

Los manifestantes que piden su permanencia en el Centro Histórico por encima de la ley, se han manifestado, no hubo necesidad de desfilar, todas las cámaras están ahí filmándolos, son nota, son noticia nacional. El verdadero motivo se ha cumplido.

¿Qué quieren? ¿Seguir en el Centro? Ahí siguen, no los han movido, de hecho se reúnen con la alcaldesa para dialogar en una muestra de apertura de nuestras autoridades municipales. No los han sacado a pesar de que su permiso ya expiró.

Sí, bajaron a la lideresa del techo de la patrulla. Nunca debió subirse, así como pide respeto, ella debe de darlo y esa patrulla no es de la policía, es de todos los campechanos.

El otro líder, aquel que hace que sus seguidores se enfrenten en su nombre sabe bien que no puede dar un paso en falso. A los oficiales que ahora vitupera son los que lo rescataron cuando los habitantes de un pueblo, hartos de sus transas, de sus chantajes y de sus invasiones estuvieron a punto de lincharlo. Sí, a ese que se dice santo líder de todo activismo indígena-artesanal-social.

Al gobierno que se ha visto tolerante con ellos ahora lo llaman represor. ¿Los dejaron hacer lo que quisieran cuando quisieran? Quizá, pero lo hicieron para mantener las líneas de diálogo abierto. Dice el dicho: dales la mano y se agarrarán el pie.

Lamentablemente eso pasó, mientras que los verdaderos artesanos, orgullosos de su actividad, siguen haciendo artesanías y los verdaderos campesinos, siguen sembrando a pesar de las desventajas.

¿Representan a todos? ¿Están representando sus intereses? ¿De que viven? ¿Les cobran a sus representados? ¿Que piden? ¿Que quieren? Las respuestas que dan son tan variadas que aún no me queda claro. Dicen que quieren la posibilidad de vender sus artesanías, les ofrecen un lugar y no lo aceptan, quieren seguir en el Centro. Ok, ahí siguen ¿y ahora? El líder dice que no quiere ver a ningún indígena de rodillas, loable y concuerdo con él. No obstante, yo no los usaría como herramienta de chantaje, como martillo de golpe, nunca me escondería tras mujeres o niños en la manifestación, nunca dejaría que una dama se pusiera en riesgo al cuestionar una directriz de la autoridad. Eso, “líder”, es ponerlos de rodillas a sus caprichos.

Si ellos que cierran calles, oficinas, destruyen monumentos, ponen en riesgo el patrimonio cultural de la humanidad, amenazan, gritan y aún así se dicen desvalidos, perseguidos, sobajados. Si es así, entonces que nos queda a los que respetamos la ley, que aceptamos las desviaciones por cierre de calles, que no podemos entrar a oficinas que pagamos con nuestros impuestos ¿Tenemos que dejarnos?

Acaso están esperando que no los deje entrar a sus casas, que me suba al techo de sus autos y los insulte, que haga lo que se me dé la gana y cuando ustedes me digan que me controle les grite ¡Represión!

El respeto se gana respetando. Exigiendo sí, pero respetando.