En cualquier sistema social existe la famosa pirámide, esa que ejemplifica de forma gráfica nuestro lugar en la misma, en la punta se encuentran los millonarios, los siguen los políticos, la clase media, los trabajadores y los no trabajadores.
Es de lo mas simplista creer que una representación gráfica nos delimita como seres humanos o como ciudadanos de primera, segunda, tercera o meros consumidores de aire.
Sin embargo, en la práctica suele ser así, la base, aquella que sostiene toda la estructura, la que debería ser de primera importancia, es no sólo la más olvidada, sino que es la más utilizada por los que por la razón que sea, se encuentran escalones arriba.
México tiene 52 millones de pobres, 3.4 millones en pobreza absoluta, pero las cifras no nos dicen nada, las llamadas “cifras duras” son sólo eso, cifras. En ningún momento las cifras los harán entender por qué no hay comida en sus mesas, o debido a qué razón pueden trabajar todo el día para apenas poder comprar tres panes y un litro de leche. Es decir, apenas mal comerán los niños y los padres generalmente no lo harán.
Un niño criado en pobreza no podrá tener las mismas oportunidades que los demás y con eso no me refiero a educación, salud, vestido, vivienda, etc… me refiero a que si carecen de una nutrición adecuada en sus primeros años, el cerebro no podrá desarrollarse adecuadamente y su capacidad de raciocinio se verá mermada y lo que antes hubiera sido fácil, por esa desnutrición, ya no lo es.
Ahora bien, si para poder comer hay que usar tiempo y por consiguiente dejar de estudiar, la elección es obvia, primero comida y luego todo lo demás.
Por eso es que la “cruzada contra el hambre” que emprendió el gobierno federal suena maravillosa siempre y cuando no se convierta en un programa más de esos que se usan para obtener votos, es decir, utilizar la más baja de las manipulaciones, lucrar con el hambre de un pueblo. Espero fervientemente que no sea así.
Pero aun con todo y cruzada contra el hambre y los cientos de programas gubernamentales, hay mucho por hacer para que podamos sacar a México de esa espiral de pobreza en la que nos estamos hundiendo.
Ya no somos un país con suficiencia alimentaria, ya importamos alimentos y eso, se traduce en aumentos de la canasta básica, la gasolina y el diesel (por la razón que sea) están por las nubes lo que aumenta el costo de transportación y por consiguiente, también de los productos que se transportan y aquellos afortunados que contamos con un trabajo, vemos que nuestro salario cada vez alcanza para menos mientras nuestros representantes populares puedan recibir autos, iPads, pines de oro, tener alimentos, viajes, gasolina pagadas y aparte recibir un gran sueldo. Quizá si hubiera resultados, no nos dolería tanto.
Esto no es de izquierdas o derechas, no es de política o de empresa. Esto es por que somos mexicanos y sólo hay de dos sopas, o nos ayudamos entre todos, o nos hundimos todos.
Tenemos que hacer más por nuestro trabajo, por nuestra ciudad, por nuestro estado. Tenemos que generar una reactivación económica que permita a más gente obtener empleo. La pobreza no se vence con limosnas, programas o despensas. Sirven, pero la forma más certera de lograrlo, es generando empleos, empleos que le permitan a esos jefes de familia poner alimentos en la mesa y con esa tranquilidad, los niños puedan vivir como tales y asistir a la escuela. Porque después del alimento… solo la cultura salva a un país.
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