Raúl Sales Heredia Heredia
Palabras Altisonantes
Raúl Sales Heredia
Tiene formación como contador público y se ha desempeñado en diversos campos que van desde la docencia, hasta la consultoría financiera, pasando en diversos momentos por el periodismo. Actualmente es vicepresidente de la Fundación Avanza.
@RSalesH

Voluntad

Voces, Viernes 5 abril, 2013 a las 12:26 pm

Escribo esto desde el cuarto de un hotel en la ciudad de México. Desde el balcón que da hacia la avenida veo las ecobicis estacionadas, siento el aroma de los restaurantes mezclado con el de café y escucho los murmullos de los barecillos que están desperdigados por todo el área. Veo árboles, fuentes, puestos de flores, de artesanías, de revistas.

Es una bella avenida, no de las más concurridas o de las más céntricas, es bella porque yo turista, tengo cerca todo lo que necesito y si deseo más, el transporte público está a la vuelta de la esquina, el Metrobús, el Metro, los taxistas amables que me llevan al centro por 35 pesos en el triple de la distancia que recorro en mi ciudad.

Cd. de México, antes temida por su peligrosidad, es ahora un lugar amable para el turista de placer, de negocios, cultural. Tiene todo y por contradictorio que suene dentro de una de las ciudades más grandes del mundo, todo está al alcance de la mano.

Hacía mucho que no venía, hacía más, que no venía de turista. ¿Por qué vine? Por cuestiones famliares. ¿Cómo me voy? Asombrado y un poco envidioso de ver que nosotros en Campeche podríamos hacerlo y mucho mejor pero que por alguna razón inexplicable no lo hacemos.

En nuestra hermosa ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde se respira historia, donde los atardeceres son el lienzo de Dios para probar sus colores, donde la gastronomía es legendaria y nuestro patronímico es reconocido por nuestra lengua española como sinónimo de afabilidad, franqueza y sencillez, nos falta mucho trecho para conseguir lo que ahora veo en el Distrito Federal.

Recurso, dirán algunos; oferta y demanda, dirán otros; gente, centralismo político, conexiones aéreas, visión y un largo etcétera. Todos tienen razón… y no.

Empecemos con algo tan simple como el transporte público. Si bien la cantidad de población que lo usa en el D.F. es mucho mayor que en Campeche y debido al terrible tráfico y las distancias que se dan en la megalópolis es de primera necesidad su uso, como explicarnos que en la Cd. De México sea mejor.

Empecemos con que se detienen SÓLO en sus paradas asignadas y que sabes exactamente que ruta tomar, pues están colocadas en cada una de las paradas. No se paran si les levantas la mano o si les pides bajar. No, se detienen exclusivamente en sus paradas… tómalo o déjalo.

¿Andar en bicicleta en la enorme ciudad? Por una simbólica cantidad tomas una bicicleta y la dejas en otro paradero de ecobicis o regresas en ella. Es simple, en las cortas distancias no necesitas manejar o tomar transporte público. No tener bicicleta ya no es pretexto.

En el D.F. hay suficiente gente para llenar cualquier establecimiento, cierto; vale la pena abrir un restaurante/bar/café, cierto. No obstante, sólo los mejores están llenos o sobreviven a la competencia. Es decir, la calidad y la atención al cliente aquí es obligatoria, no opcional como suele ser en nuestro pequeño pedazo de paraíso tropical.

En la cd. de México hay de todo, siempre lo ha habido. Sin embargo, ahora hay algo más en el ambiente, hay una sensación de orgullo y de ganas de trabajar.

Hay voluntad de hacerlo y en lugar de buscar pretextos, se busca como conseguirlo. Siempre habrá problemas pero si hay voluntad de conseguirlo, se hará. El gobierno ayuda pero lo que cambia a una sociedad es su forma de verse a ellos mismos, de saberse capaces, trabajadores y de saber que si no se consigue en esta, será en la siguiente.

Nos estamos tardando… y ya es hora Campeche.