“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. –W. Churchill
Cuando los candidatos a cualquier cargo de elección popular buscan el voto de la ciudadanía, recorren cada rincón de la geografía de la circunscripción correspondiente, entidad, distrito, estado, y realizan un gran número de promesas que forman parte de sus propuestas, anticipan lo que se supone será su trabajo en beneficio de los electores; ahora incluso, está de moda que firmen ante notario sus compromisos. Si les favorece el voto democrático de la población, nos gobernarán por un periodo de tres o seis años, según corresponda el cargo, y deberán cumplir a sus votantes. No mencionaré a los candidatos plurinominales, ya que estos por su naturaleza debieran comprometerse con todos en general.
En el caso de los alcaldes, gobernadores y presidente, por obligación presentan un plan de desarrollo donde dejan constancia de los objetivos y las acciones que habrán de ser guía para la actuación de su administración, y donde incluso se plasman datos duros en los que podemos ver cuáles son las metas a las cuales se aspira llegar al término del mandato correspondiente.
Conforme van ejerciendo sus funciones, aquellas personas que algún día fueron candidatos e hicieron compromisos con el pueblo, tienen la obligación de rendir cuentas a sus electores a través de los medios establecidos para ello; en teoría, sus resultados deberían ser comparables con los compromisos que hicieron durante sus campañas y que plasmaron en un plan de gobierno. El análisis de esta información corresponde a diferentes instancias emitir sugerencias, pero no sancionar en caso de que la actuación se desvíe de lo comprometido. Lo único que nos queda al común de los mortales, a todos los que con nuestro voto llevamos a esas personalidades a ocupar los puestos de elección popular, es recriminarles a como Dios nos dio a entender o esperar a los siguientes comicios para que, en caso de verlos nuevamente pidiendo el voto de la ciudadanía, les demandemos nuestra inconformidad reflejándolo en las urnas.
Esta manera de generar propuestas, realizar planeación y medir eficiencias es ya muy obsoleta y no cumple de ninguna manera con las necesidades y requerimientos de los tiempos modernos, no contribuye a un verdadero desarrollo para las regiones y nuestra nación. ¿Por qué? Porque no existen mecanismos efectivos de rendición de cuentas, que serían un contrapeso importante a la actuación de nuestros gobernantes y legisladores.
Las promesas se las lleva el viento y los ejercicios de planeación simplemente se vuelven requisitos a cumplir y, aunque lo difundan, nadie los vuelve a revisar y quedando en el olvido a lo largo de un trienio y sexenio. Definitivamente estamos en un estado de vulnerabilidad e indefensión sobre la actuación de nuestros representantes.
Para muchos han sido de gran impacto las reformas que se aprobaron en tan corto tiempo en el Poder Legislativo, con poca o nula consulta, sin la posibilidad de un ejercicio democrático que nos permita emitir opinión o que nuestra preocupación o inconformidad sea escuchada. Simplemente, esos diputados y senadores, están ahí porque nosotros los elegimos, somos los responsables de que estén tomando decisiones por nuestra parte, porque son nuestros representantes “populares”, les dimos nuestro voto, les dimos nuestra confianza.
¿Por qué si todos estábamos en contra se incrementarán los impuestos? Se afectan nuestros intereses y la economía ¿Por qué votaron a favor? La respuesta es sencilla: porque a pesar de que para llegar a ocupar una curul necesitan de nuestro voto, es mayor el peso de los partidos políticos que los llevaron a ser candidatos y es a ellos quienes les deben lealtad; los ciudadanos no tenemos ninguna herramienta para reclamarles de manera pacífica y efectiva una mejor actuación. Cuántos problemas magisteriales y, ahora incluso de padres de familia, se hubieran evitado con un acercamiento previo, una explicación del contenido real de las reformas y un diálogo que permitiera el consenso de los contenidos, trabajar en el convencimiento de las virtudes de los cambios. Pero ha sido mayor la soberbia de los que toman las decisiones y los ejercicios democráticos simplemente son letra muerta en interminables discursos de campaña.
¿Alguien ha leído los Planes de Gobierno? Es común citar sus ejes rectores para adornar la retórica de los informes anuales de los gobernantes, pero su seguimiento es prácticamente imposible hacerlo porque no existen indicadores de medición efectivos que nos lleven a determinar lo asertivo de una actuación. Tampoco se hacen ajustes a los planes de gobierno aún cuando hayan sido impactados por variables externas, lo que ayudaría a adecuarse a las necesidades de los tiempos o entornos que les afectan. Como quien dice, no se trabaja con base en una planeación sino por voluntad política, y es por ello que se dan los golpes de timón que regularmente hacen tambalearse al barco, incluso a veces hasta lo hunden.
Vivimos momentos en que los ciudadanos tenemos un estado de indefención de la voluntad de nuestros gobernantes, donde la rendición de cuentas es una ficción y nuestra representatividad es completamente vulnerada por intereses ajenos a las verdaderas necesidades de los que sufrimos las afectaciones de la toma de decisiones en las esferas de poder.
En 2014 se ejercerán recursos presupuestales como nunca han erogado ¿Qué garantía tenemos de que serán bien utilizados? ¿Cómo asegurarnos de que sean incluyentes los beneficios? ¿Cómo sancionaremos los malos usos que le den a los recursos?
Usted y yo haremos un gran esfuerzo y sacrificio para alimentar ese gran presupuesto a través de nuestros impuestos ¿Acaso no merecemos explicaciones? ¿No podemos ser parte de la toma de decisiones? La realidad es que muy difícilmente se nos tome en cuenta, estamos a merced de lo que a bien quieran hacer graciosamente nuestros gobernantes. Así que nos conformaremos con ¡lo que sea su voluntad!
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Yo Poleo con la gente q es mal